Un Libro Una Hora: Un autor en una hora | Gabriel García Márquez

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Un autor en una hora con Antonio Martínez Asencio

Bienvenidos a Un Autor en una Hora donde vamos a contarles la vida de un autor esencial de la

literatura a través de sus obras destacando algunas escenas de cada uno de sus libros.

Hoy les vamos a contar Gabriel García Márquez. Gabriel García Márquez es el autor que más

influencia ha tenido en la literatura en español en el siglo XX, novelista, ensayista, cuentista y

un gran periodista comprometido y dueño de una obra impresionante. Fue además la máxima figura

del realismo mágico y del boom latinoamericano. Gabriel García Márquez nace en Aracataca,

en el departamento de Magdalena, en Colombia, el 6 de marzo de 1927. Aracataca era una

población por aquella época de cinco o diez mil habitantes. Es en este pueblo donde pasa los

nueve primeros años de su vida. Poco después del nacimiento de García Márquez, su padre y

su madre se trasladan a Barranquilla y Gabriel se queda en Aracataca con sus abuelos maternos,

a los que está muy unido. Su abuelo, el coronel Márquez, al que Gabriel llama Papalelo,

es decisivo como contador de historias para él. Le enseña a buscar en el diccionario,

lo lleva al circo para generarle curiosidad e inquietudes. Su abuela, tranquilina y guarancortés,

es de origen gallego y la llama mina. Es muy supersticiosa y le cuenta las cosas más extraordinarias

con total naturalidad. Dicen que Gabriel García Márquez se inspiró en ella para crear a Úrsula

y Guarán, la mujer del coronel Aureliano Buendía, en cien años de soledad.

La que me narraba era la abuela. Por consiguiente también la abuela era una narradora. Curiosamente,

mi madre ha mostrado sus dotes de narradora a medida que se acerca la edad que tenía mi abuela

cuando me contaba las cosas. Va mejorando. Va mejorando porque los recuerdos se van volviendo

nostalgia y definitivamente la narración literaria es la vocación de las nostalias.

Ahora, la pregunta de que hablemos de mujeres es porque esta abuela que me contaba historias,

era solamente una de muchísimas mujeres que vivía en esa casa. En esa casa vivían muchas

mujeres, una hermana de ella, una hermana del abuelo, las criadas, el tía sobrina,

una cantidad. Es una familia con un gran entusiasmo demográfico, la nuestra a través de las

generaciones. Y el único hombre era el abuelo, el coronel Nicolás Márquez, que era el que se

ocupaba de mí para contarme también las historias de sus guerras y toda esta cosa de la realidad

cruda de la vida que él me contaba se perdía en las fantasías que contaba el abuelo para quien

todo era creíble. Ella considera que cualquier cosa por el solo hecho de contarlo ya existía y

tenía toda la razón. Eso es lo que hacemos los novelistas. Con nueve años se va a vivir con sus

padres a sucre. Para él es un pueblo siniestro y oscuro. En esa época, además, muere su abuelo

y a Gabriel ya nada parece interesarle y desde ese momento empieza a temerle a la muerte.

Al poco tiempo de estar en sucre, los padres deciden que debe recibir una educación formal y lo

envían a un internado en Barranquilla. Cursa los primeros grados de secundaria en el colegio

Jesuita San José desde 1940, donde publica algunos de sus primeros poemas en la revista escolar

Juventud y donde es la estrella evidentemente literaria del colegio. En 1943 se va a la capital,

Bogotá, para seguir estudiando por medio de becas. Ir a Bogotá es como ir a otro país. Describe la

ciudad como una ciudad helada, oscura, gris, llena de gente y donde no conoce a nadie. Es totalmente

distinto a lo que él conoce. Sol, mar, costumbres sociales distintas, clima tropical. Le resulta

todo hostil. En Bogotá conoce dos emociones cruciales en su vida, la soledad y la nostalgia. Por

esa época se enamora de una chica del pueblo, de sucre, Mercedes. Ella tiene 9 años y él 14. Es la

mujer que en el futuro será siempre su esposa. Cuando se gradua, se vuelve a sucre. Al año siguiente

se matricula en la Universidad Nacional de Colombia para estudiar derecho. En esa época le la

metamorfosis de Kafka. Al día siguiente determinarlo, escribe la tercera resignación, el primer

cuento que publica en la edición del diario El Espectador, en septiembre de 1947. Así empieza

ese relato. Allí estaba otra vez ese ruido. Aquel ruido frío, cortante, vertical, que ya tanto

conocía, pero que ahora se le presentaba agudo y doloroso, como si de un día a otro se hubiera

desacostumbrado a él. Le giraba dentro del cráneo vacío, sordo y punzante. Un panal se había levantado

en las cuatro paredes de su calavera. Se agrandaba cada vez más en espirales sucesivos y le golpeaba

por dentro haciendo vibrar su tallo de vértebras con una vibración destemplada, desentonada con

el ritmo seguro de su cuerpo. En esos momentos la situación política es muy complicada en Colombia.

Jorge Eliécer Gaitán, el héroe del proletariado en Alza y de buena parte de las clases medias o bajas

que habitaban en ciudades, es asesinado, lo que desencadena el bogotazo, una oleada de disturbios

que da origen a un fenómeno novelístico conocido como novela de la violencia. Para Gabo, contar la

violencia se convierte en una obsesión. Decide trasladarse a la Universidad de Cartagena,

donde empieza a trabajar como reportero de El Universal. A lo largo de los siguientes veinte

meses escribe cuarenta y tres piezas firmadas y otras sin firmar. Deja a Cartagena para irse a

Barranquilla al conseguir un empleo en El Heraldo. Es en Barranquilla donde consigue ser escritor.

Allí se integra en el grupo de Barranquilla. En aquel momento no puede ni pagar el alquiler,

vive en un burdel en el que alquila una habitación por un peso y medio la noche. Vive en esas

condiciones durante casi un año. Entonces se produce un viaje que lo cambia todo. Vuelve a

Aracataca para acompañar a su madre. Gabriel García Márquez considera ese viaje la experiencia más

importante de su vida. Le atribuye la confirmación definitiva de su vocación literaria. Es como si

fuera testigo del paso del tiempo y pusiera así en valor su propia experiencia. Y de ahí surge su

primera novela, La Ojarasca. La Ojarasca es una novela impresionante. Es increíble que sea una

primera novela y que la escribiera tan joven. Todo el universo de Macondo parece estar ahí ya

oculto esperando una historia que se centra en tres monólogos. Él dio un niño a su madre y su

abuelo que cuenta en la misma historia desde tres puntos de vista diferentes. Les vamos a contar el

comienzo de la novela en la que Gabriel García Márquez hace una introducción magnífica sobre

cómo llegó La Ojarasca a Macondo. De pronto como si un remolino hubiera echado raíces en el centro

del pueblo llegó la compañía bananera perseguida por La Ojarasca. Era una Ojarasca revuelta

albordada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos. Las trojos de

una guerra civil que cada vez parecía más remota, inverosimil. La Ojarasca era implacable. Todo lo

contaminaba de su revuelto olor multitudinario, olor de secreción, a flor de piel y de recondita

En menos de un año arrojó sobre el pueblo los escombros de numerosas catástrofes anteriores

a ella misma. Esparció en las calles su confusa carga de desperdicios. Allí vinieron,

confundidos con La Ojarasca humana, los desperdicios de los almacenes, de los hospitales, de los salones

de diversión, de las plantas eléctricas, desperdicios de mujeres solas y de hombres. Hasta los desperdicios

del amor triste de las ciudades llegaron en La Ojarasca. Después de la guerra, cuando

vinimos a Macondo y apreciamos la calidad de su suelo, sabíamos que La Ojarasca había

de venir alguna vez, pero no contábamos con su ímpetu, así que cuando sentimos llegar

la balancha, lo único que pudimos hacer fue poner el plato con el tenedor y el cuchillo

detrás de la puerta y sentarnos pacientemente a esperar que nos conocieran los recién llegados.

Entonces pitué el tren por primera vez. La Ojarasca volteó y salió a recibirlo y con la vuelta

perdió el impulso, pero logró unidad y solidez y sufrió el natural proceso de fermentación y se

incorporó a los gérmenes de la tierra. Lean La Ojarasca porque es una gran experiencia, de verdad.

En 1954, Gabriel García Márquez vuelve a Bogotá y consigue un puesto en el periódico El Espectador.

Comienza a hacer reportajes que son al mismo tiempo obras literarias. La gente compra el espectador

para leer los reportajes de García Márquez. Luego es enviado a Europa como corresponsal. Está en

Ginebra, Roma, Vienna, Checoslovaquia y Polonia, pero en invierno de 1955 se traslada a París,

el destino más esperado por muchos de los escritores latinoamericanos del momento. García

Márquez llega a París con poco dinero fumando tres paquetes diarios de tabaco y sin saber nada de

francés. Se instala en una guardilla del hotel de Flounder, donde, volcado en la literatura,

comienza a escribir la que sería su segunda novela, que al principio era simplemente un

cuento, un relato breve. Es El Coronel No Tiene Quien Le Escriba, que tardará mucho en publicarse.

Al poco tiempo, el gobierno colombiano cierra el espectador y agavo le envían un billete para

que regrese a Colombia, pero él decide quedarse en París. El Coronel No Tiene Quien Le Escriba es

una novela maravillosa, hecha al revés que la primera, porque utiliza un estilo absolutamente

austero, lineal y es increíble que con tan poco consiga transmitir tan perfectamente la angustia

de la supervivencia y, sobre todo, la dignidad. Cuenta la historia de un coronel y su mujer que

malviven esperando la paga de la pensión que nunca llega. Hemos rescatado y les vamos a contar una

escena en la que el coronel va a esperar, como cada viernes, el correo.

Del jueves en la noche, en el último extremo de los recursos, la mujer manifestó su inquietud

ante la situación. No te preocupes, la consoló el coronel. Mañana viene el correo. Al día

siguiente, esperó las lanchas frente al consultorio del médico. El coronel se fija en el administrador

postal, que está en un grupo que espera el final de la maniobra para saltar a la lancha. Salta

el primero. Recibe del capitán un sobre lacrado. Después sube al techo. El saco del correo está

amarrado entre dos tambores de petróleo. El coronel le pierde de vista un momento, pero lo

vuelve a ver entre los frascos de colores del carrito de refrescos. Lo ve consumir un refresco de

espuma rosada sosteniendo el vaso con la mano izquierda y, con la derecha, el saco del correo.

El administrador se dirigió directamente hacia ellos. El coronel retrocedió, impulsado por una

ansiedad irresistible, tratando de descifrar el nombre escrito en el sobre lacrado. El administrador

abrió el saco. Entre igual médico el paquete de los periódicos. Luego desgarró el sobre de la

correspondencia privada. Verificó la exactitud de la remesa y leyó en las cartas los nombres de

los destinatarios. El médico abre los periódicos. Comenta el problema de Suez leyendo los titulares

destacados. El coronel hace un esfuerzo para reaccionar contra su estómago. Dice que desde que

hay censura, los periódicos no hablan sino de Europa. El médico dice ríendose que para los

europeos, América del Sur es un hombre de bigotes con una guitarra y un revolver.

El administrador le entregó la correspondencia. Metió el resto en el saco y lo volvió a cerrar.

El médico se dispuso a leer dos cartas personales, pero antes de romper los obres,

miro al coronel, luego miro al administrador. ¿Nada para el coronel? El coronel sintió el terror.

El administrador se echó el saco al hombro bajo el andén y respondió sin volver la cabeza.

El coronel no tiene quien le escriba.

Esta novela es una maravilla, es inolvidable. Gabriel García Marquez se va a la capital de

Venezuela cuando a su gran amigo Plinio Apuleyo Mendoza le nombran director de la revista venezolana

El Independiente. Caracas vive bajo una dictadura militar y García Marquez vive el derrocamiento

del dictador Pérez Jiménez, la inauguración de la normalidad democrática y la efervescencia de

un periodismo sin trabas. Poco después vuela a Barranquilla donde se casa con Mercedes Barcha

tras un noviazgo de poco menos de tres años. Mercedes es muy discreta, una mujer de su tierra,

alejada de los excesos, elegante. Cuando Plinio Mendoza se marcha de la revista,

Gabo se va con él. Es nombrado editor jefe de Venezuela Grafica, una revista frívola y populista

de la cadena Capriles. El 1 de enero de 1959 triunfa la revolución cubana y comienza una

nueva era en la historia latinoamericana. A las pocas semanas, Gabo y Plinio se van a Cuba,

invitados por el Cidel Castro. Gabo se enamora de la figura de Fidel y de la revolución.

En abril, el mexicano Armando Rodríguez Suárez propone a Plinio y a Gabo que habrán la nueva

oficina de prensa latina, la nueva agencia cubana, en Caracas, y ambos aceptan. Mercedes da luz a su

primer hijo, Rodrigo García, en agosto. Al finalizar ese año, García Marquez ha escrito ocho

relatos que agrupa en un volumen titulado Los funerales de la Mama Grande. Son ocho relatos

magníficos, como la siesta del martes o la viuda de Montiel. Nosotros queremos leerles el arranque

del relato que da nombre al volumen, Los funerales de la Mama Grande, para que disfruten del exceso

y de la fiesta que es la literatura de Gabriel García Marquez. Esta es, incrédulos del mundo

entero, la verídica historia de la Mama Grande, soberana absoluta del reino de Macondo, que vivió

en función de dominio durante 92 años y murió en olor de santidad un martes de septiembre pasado y

a cuyos funerales vino el sumo pontífice. Ahora que la nación sacudida en sus entrañas ha recobrado

el equilibrio, ahora que los galleteros de San Jacinto, los contrabandistas de la Guajira,

los arroceros del Sinum, las prostitutas de Guacamayal, los hecheceros de la Sierpe y los

bananeros de Aracataca han colgado sus toldos para restablecerse de la estenuante vigilia y que

han recuperado la serenidad y vuelto a tomar posesión de sus estados, el presidente de la

república y sus ministros y todos aquellos que representaron al poder público y a las

potencias sobrenaturales en la más espléndida ocasión funeraria que registren los anales

históricos, ahora que el sumo pontífice ha subido a los cielos en cuerpo y alma y que es imposible

transitar en macondo a causa de las botellas vacías, las colillas de cigarrillos, los huesos

ruidos, las latas y trapos y excrementos que dejó la muchadumbre que vino al entierro, ahora es la

hora de recostar un taburete a la puerta de la calle y empezar a contar desde el principio los

pormenores de esta conmoción nacional antes de que tengan tiempo de llegar los historiadores.

Maravilloso ¿verdad? En septiembre de 1960 Gabo acepta irse unos meses a La Habana y deja a

Mercedes y a Rodrigo en Barranquilla, cuando las relaciones entre el director de prensa latina y

el partido comunista de Cuba empeoran García Márquez recoge a Mercedes y a Rodrigo y se van a

Nueva York. Estados Unidos ha roto sus relaciones con Cuba así que no es el mejor momento para ir,

para Gabo es uno de los momentos de mayor tensión de su vida porque los trabajadores de prensa latina

reciben constantes amenazas y presiones. La familia está allí cinco meses, cuando García

Márquez deja a prensa latina se van a México por carretera porque no tienen dinero para el avión,

llegan a Ciudad de México con 20 dólares, pero allí García Márquez tendrá su residencia

habitual hasta el final de su vida. En 1962 se publica La Mala Hora, su tercera novela,

es una novela abrumadora en la que rompe de nuevo con el estilo de su anterior novela y construye

un relato desde muchas perspectivas muy barroco donde la violencia se va dueñando de todo y donde

la publicación de unos carteles pegados en las paredes de sátalo peor de cada uno. Les vamos

a contar una escena que sucede casi al principio de la novela, una escena de violencia y de contención

a la vez que es un buen ejemplo de cómo se construye toda la historia.

Tres casas más allá, César Montero soñaba con los elefantes, los había visto el domingo en el

cine, la lluvia se había precipitado media hora antes del final y ahora la película continuaba

en el sueño. César Montero volvió todo el peso de su cuerpo monumental contra la pared,

mientras los indígenas despavoridos escapaban al tropele de los elefantes. Su esposa lo

empujó suavemente, pero ninguno de los dos despertó. Solo despierta cuando suena el segundo

toque para misa. Se empieza a vestir tratando de no hacer ruido para no despertar a su mujer,

busca las espuelas pero no las encuentra, se pone a gatas y se mete a rastrear debajo de la

cama hasta que su mujer le dice que están colgadas detrás del escaparate. Se incorpora,

avergonzado. Era monumental, de espaldas cuadradas y sólidas, pero sus movimientos eran elásticos,

aún con las botas de montar, cuyas olas parecían dos listones de madera. Tenía una salud un poco

bárbara, parecía de edad indefinida, pero en la piel del cuello se notaba que había pasado de

los cincuenta años. Se sentó en la cama para ponerse las espuelas. La mujer en cambio es pequeña,

ósea, de nariz larga y aguda y tiene la virtud de no parecer acabada de despertar. Desanuda una

cinta de la cabecera de la cama, se recoge el cabello en la nuca y suspira completamente despierta.

Escucha extasiada el sonido del clarinete de pastor que suena en la plaza. César Montero

coge cuatro billetes de su cartera y se mete en el bolsillo de la camisa seis cartuchos de escopeta.

Dice que si sigue lloviendo no vendrá el sábado. Al abrir la puerta del patio, se demora un instante

en el umbral. Respirando el sombrío olor de octubre mientras sus ojos se acostumbraban a la

oscuridad. Iba a cerrar la puerta cuando sonó en el dormitorio la campanilla del despertador.

Sus posas saltó de la cama. Él permaneció en suspenso con la mano en la aldaba hasta cuando ella

interrumpió la campanilla. Entonces la miró por primera vez pensativo. Anoche soñé con los

elefantes. Dijo. Después cerró la puerta y se fue a ensillar la mula. La lluvia arrecia,

el viento arranca a los almendros de la plaza sus últimas hojas podridas. Las luces públicas se

apagan pero las casas continúan cerradas. Cesar Montero mete la mula en la cocina y sin desmontarle

grita a su mujer que le lleve el impermeable. La lluvia se desploma sobre las oxidadas láminas

del techo, pero él se va. Espoleando la mula tiene que arquearse en la silla para no tropezar con

el travesaño de la puerta al salir al patio. La única puerta abierta en la plaza es la de la iglesia.

Entonces fue cuando vio el papel pegado en la puerta de su casa. Lo leyó sin desmontar.

El agua había disuelto el color pero el texto escrito a pincel con burdas letras de imprenta

seguía siendo comprensible. Cesar Montero arrimó la mula a la pared, arrancó el papel y lo rompió

en pedazos. Abandona la plaza por una calle angosta y torcida con casas de paredes de barro. Siente

olor de café, pero cuando deja atrás las últimas casas del pueblo hace girar a la mula y con el

mismo trotecito corto y parejo vuelve a la plaza y se detiene frente a la casa de pastor. Descabalga,

saca la escopeta y amarra la mula al orcón haciendo cada cosa en su tiempo justo. La puerta está

sin tranca, Cesar Montero entra en la salita en penumbra, se detiene frente a la puerta del patio,

mueve atientas el seguro de la escopeta y con voz reposada, casi amable, llama a pastor que aparece

en el vano de la puerta. Es un muchacho magro recto, con un bozo incipiente alineado con tijeras.

Cuando vio a Cesar Montero, con los tacones afirmados en el piso de tierra y la escopeta a

la altura del cinturón encañonada contra él, pastor abrió la boca, pero no dijo nada. Se puso

pálido y sonrió. Cesar Montero apretó primero los tacones contra el suelo, después la culata,

con el codo, contra la cadera, después apretó los dientes y al mismo tiempo el gatillo. La casa

tembló con el estampido, pero Cesar Montero no supo si fue antes o después de la conmoción cuando

vía pastor del otro lado de la puerta arrastrándose con una ondulación de gusano sobre un reguero de

minúsculas plumas ensangrentadas. Esta escena es brutal y de alguna forma es la escena que desencadena

todo lo que ocurre después. Gabriel García Márquez, con 34 años, descubre la literatura de Juan

Rulfo. Se aprende Pedro Paramo de Memoria. A este momento no ha tenido relación con ninguno de los

grandes escritores latinoamericanos de su tiempo, pero escritores de otros países latinoamericanos y

con una menor conciencia política ya están dando el salto que el aún no ha dado. Mario Vargas Llosa

de Perú, Julio Cortázar de Argentina y Carlos Fuentes de México. Este último es el gran artífice

y propagandista del boom latinoamericano. En esa época Gabo trabaja en publicidad y en cine. Finalmente

es a través del cine de la adaptación de un relato de Juan Rulfo como conoce y se hace amigo de

Carlos Fuentes que entonces ya ha publicado dos novelas fundamentales, la región más transparente

y la muerte de Artemio Cruz. En abril de 1962 nace el segundo hijo de Gabriel García Márquez y

Mercedes Barcha, se llama Gonzalo. Ese año también conoce a Carmen Balzés, la agente literaria

barcelonesa que se encargará de negociar las traducciones de su obra y que se acabará convirtiendo

en su representante en todos los idiomas y ambos lados del Atlántico. Es entonces cuando se encierra

a escribir 100 años de soledad. Construye la historia de una saga familiar en Macondo y

será cuenta de que no es un libro sobre su infancia sino sobre los recuerdos de su infancia,

que no debería hablar de la realidad sino de la representación de la realidad, que no trata

sobre Aracataca y sus habitantes sino sobre la visión del mundo de esos lugareños. Macondo se

convertirá en una metáfora de toda América Latina y a la vez de cualquier comunidad pequeña

a Mercedes de las Fuerzas Históricas. A los 38 años que ya con cuatro libros publicados

desde mis 20 años me senté ante la máquina de escribir y empecé muchos años después.

Frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella

tarde de remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. No tenía la menoridad de

significado ni el origen de esa frase ni hacia dónde debía conducirme. Lo que hoy sé es que no

dejé de escribir ni un solo día durante 18 meses hasta que termine el libro. 100 años de

soledad es una magnífica representación de lo que conocemos como realismo mágico. La leyenda y

las supersticiones forman parte del mundo cotidiano pero a la vez lo normal es contado como si fuera

sobrenatural. Esa es la clave del realismo mágico. Los principios de las novelas, las primeras frases

son muy importantes en la obra de Gabriel García Márquez. El primer párrafo de 100 años de soledad

se le presenta casi como una aparición. Ese arranque, para mí, como el de Don Quijote de la mancha,

es el mejor comienzo de la historia de la literatura. Muchos años después, frente al pelotón de

fusilamiento, el coronel laureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo

llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces un aldea de veinte casas de barro y caña brava

construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras

pulidas blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente que muchas cosas

carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Que maravilla. Los

primeros 5.000 ejemplares de 100 años de soledad se venden en Buenos Aires en 15 días. Se produce

una conmoción. García Márquez viaja de Bogotá a Lima, luego a Buenos Aires, da conferencias,

firma libros, conoce a los lectores y en un momento dado decide mudarse con su familia de

México a Barcelona en octubre del 67. Lo que iba a ser una estancia breve dura seis años. En

Barcelona experimenta el cambio más grande que puede vivir un escritor, de ser un escritor pobre a

ser un escritor rico que vive de sus libros y de su escritura. Ese cambio que vive Gabriel García

Márquez en Barcelona convirtiéndose en el escritor más famoso del mundo le cambia. Deja de lado la

timidez tiene que lidiar con la fama y los medios de comunicación y su enorme fama le hace dejar

la literatura durante un tiempo. No publica su novela siguiente hasta ocho años después y,

como siempre, es una novela totalmente diferente a la anterior. El otoño del patriarca es un

fracaso en términos comerciales. La novela es como un largo monólogo complejo, profundo y brutal.

El protagonista es un dictador obsesivo, pero García Márquez dijo que se entendería mejor la

novela si pensáramos que el protagonista es un escritor y no un dictador. La escena que les

vamos a contar es el arranque de la novela cuando el pueblo entra en el palacio presidencial y descubre

el cadáver del dictador. Durante el fin de semana los gallinazos se metieron por los balcones de la

casa presidencial, destrozaron a picotazos las mallas de alambre de las ventanas y removieron

con sus alas el tiempo estancado en el interior y en la madrugada del lunes la ciudad despertó

de su letargo de siglos con una tibia y tierna brisa de muerto grande y de podrida grandeza.

Sólo entonces nos atrevimos a entrar sin envestirlos calcomidos muros de piedra fortificada,

como querían los más resueltos, ni desquiciar con juntas de bueyes la entrada principal,

como otros proponían. Pues bastó con que alguien los empujara para que cedieran en sus goznes,

los portones blindados que en los tiempos heroicos de la casa habían resistido a las

lombardas de William Dampier. Es como penetrar en otra época porque el aire es más tenue y el silencio

más antiguo. En el primer patio ven el retenen desorden de la guardia fugitiva, el galpón en

penumbra donde estuvieron las oficinas civiles, la alberca bautismal donde fueron cristianizadas

más de cinco generaciones, la antigua caballeriza de los birreyes transformada en cochera. En el

patio siguiente estran los rosales, a cuya sombra dormían los leprosos en los tiempos grandes de

la casa. Abriéndose paso a través del matorral asfixiante ven la galería donde estuvieron las

barracas de las concubinas, el desorden de las cocinas, la ropa podrida al sol en las albercas

de la bar. Suven a la planta principal por una escalera de piedra viva hasta los dormitorios

privados, ven un comedor comido por las vacas. Y allí lo vimos a él con el uniforme de lienzo,

sin enseñas, las polainas, la espuela de oro en el talón izquierdo más viejo que todos los hombres

y todos los animales viejos de la tierra y del agua. Estaba tirado en el suelo boca abajo con el

brazo derecho doblado bajo la cabeza para que le sirviera de almohada como había dormido noche

tras noche durante todas las noches de su larguísima vida de despota solitario. Sólo cuando lo volteamos

para verle la cara comprendimos que era imposible reconocerlo aunque no hubiera estado carcomido

de gallinazos porque ninguno de nosotros lo había visto nunca. En 1971 Pablo Neruda a quien

Gabriel García Márquez ha conocido poco tiempo atrás es galardonado con el premio Nobel de

literatura. A Neruda le preguntan entonces si recomendaría a otro autor latinoamericano para

el premio y el chileno dice el nombre de García Márquez. En diciembre del mismo año, Seix Barral

publica García Márquez Historia de un Deicidio de Vargas Llosa, donde el autor peruano analiza 100

años de soledad. La amistad entre los dos es muy profunda, tienen muchas vivencias en común,

caracteres similares y ambos han sido criados por los abuelos maternos, pero la amistad entre

ambos se rompe de pronto por un incidente que nadie ha aclarado jamás. Gabriel García Márquez

tiene que volver a interrumpir su escritura por un viaje a Nueva York para visitar a un amigo

enfermo, Álvaro Cepeda, integrante del grupo de Barranquilla. Al volver le cuesta escribir. Su amigo

fallece y poco tiempo después lo hace Neruda tras el golpe de estado de Pinochet. Gabo está

devastado. A partir del 73 hay un giro hacia la ultraderecha en muchos lugares de Latinoamérica.

Gabo desarrolla en este periodo un periodismo militante de izquierdas con artículos mensuales,

persiguen el sueño perdido de la revolución. En marzo de 1980, durante una visita a Cuba,

Gabriel García Márquez anuncia que acaba de terminar una novela de la que nadie sabe nada.

Crónica de una muerte anunciada puede ser una crónica periodística sobre el asesinato de Santiago

Nassar, pero es una maravillosa historia de amor y a la vez es la historia de un pueblo,

de los odios que subyacen y de los poderes que lo gobiernan. Esta escena que les vamos a contar es el

principio del libro que ya forma parte de la historia de la literatura. El día en que lo iban

a matar, Santiago Nassar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buquen que llegaba

el oispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía un ayubiz na tierna

y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado

de cagada de pájaros. Siempre soñaba con árboles. Me dijo plácida a Linero, su madre,

evocando 27 años después los pormenores de aquel lunes sin crato. Plácida tenía una reputación

muy bien ganada de intérprete certera de los sueños ajenos, siempre que se los contaran en

ayunas, pero no advirtió ningún augurio hacíago en esos dos sueños de su hijo. Tampoco Santiago

Nassar reconoció el presagio, había dormido poco y mal sin quitarse la ropa y despertó con dolor

de cabeza y lo interpretó como estragos naturales de la parranda de bodas que se había prolongado

hasta después de la medianoche. Santiago Nassar se puso un pantalón y una camisa de lino blanco.

La última imagen que su madre tenía de él era la de su paso fugaz por el dormitorio. La había

despertado cuando trataba de encontrar a tientas una aspirina en el botiquín del baño y ella

encendió la luz y lo vio aparecer en la puerta con el vaso de agua en la mano, como había de recordarlo

para siempre. Santiago Nassar le contó entonces el sueño, pero ella no les puso atención a los

árboles. Todos los sueños con pájaros son de buena salud, dijo. Lo vio desde la misma amaca y en la

misma posición en que la encontré postrada por las últimas luces de la vejez. Gabriel García

Marquez dijo que crónica de una muerte anunciada era una falsa novela y un falso reportaje,

aunque más tarde dijo que no estaba muy alejado de aquello que conocimos como el nuevo periodismo

estadounidense. Se trataba de un proyecto antiguo, de un hecho privado y familiar, 30 años anterior,

el asesinato de su amigo calletano Gentile en sucre. También es una historia muy autogéográfica,

porque habla de su mujer, de sus padres y de acontecimientos que él mismo vivió.

El 21 de octubre de 1982, la Academia Sueca anuncia la concesión del premio Nobel de literatura a

Gabriel García Marquez. Es un triunfo para toda Latinoamérica y para la literatura,

escrita en español. Gabriel García Marquez anuncia que se va a tomar una temporada sabática. Dos años

después retoma el proyecto de una novela iniciada el verano anterior del Nobel. Se instala en

Cartagena y se produce un cambio importante. Empieza a usar ordenador, lo que le permite avanzar con

mayor rapidez. La nueva novela se titulará El amor en los tiempos del cólera y transcurre en una

ciudad caribeña que se reconoce como Cartagena. Es la historia de un hombre y una mujer que se aman

desesperadamente y no pueden casarse a los 20 años porque son demasiado jóvenes y no pueden

casarse a los 80 después de todas las vueltas de la vida porque son demasiado viejos. La escena

que les vamos a contar es la de la muerte del doctor juvenal urbino. Una escena maravillosa.

Por pura experiencia, aunque sin fundamento científico, el doctor juvenal urbino sabía

que la mayoría de las enfermedades mortales tenían un olor propio, pero ninguno era tan

específico como el de la vejez. Lo percibía en los cadáveres abiertos en canal, en la mesa de

disección, lo reconocía hasta en los pacientes que mejor disimulaban la edad y en el sudor de su

propia ropa y en la respiración inérmete de su esposa dormida. A los 81 años tiene bastante

lucidez para darse cuenta de que está prendido a este mundo por unas hilachas tenues que pueden

romperse sin dolor con un simple cambio de posición durante el sueño y si hace lo posible para

mantenerlas es por el terror de no encontrar a Dios en la oscuridad de la muerte. Fermina Daza,

su mujer un poco antes de las cuatro, le hace llevar al esposo el vaso diario de limonada con

hielo picado y le recuerda que tiene que vestirse para ir a la entierro, pero el doctor juvenal urbino

se pone a leer. Había olvidado que una vez tuvo un loro de paramarivo al que quería como un ser

humano cuando lo yo de pronto, lorito real, lo yo muy cerca, casi a su lado y enseguida lo vio

en la rama más baja del mango. Sin vergüenza le grito, el loro replicó con una voz idéntica,

más sin vergüenza seras tu doctor. Sigue hablando con él sin perderlo de vista mientras se pone

los botines con mucho cuidado para no espantarlo y mete los brazos en los tirantes y baja al patio

todavía enlodado, tanteando el suelo con el bastón para no tropezar con los tres escalones de la

terraza. El loro no se mueve, luego salta una rama un poco más alta, pero de acceso más fácil,

donde está apoyada la escalera de la casa. El doctor urbino calcula la altura y piensa que

consumir dos travesaños podrá cogerlo. Sube el primero, cantando una canción de cómplice para

distraer la atención del animal, sube el segundo travesaño sin dificultad, agarrado a la escalera

con ambas manos, sube el tercer travesaño y el cuarto enseguida y se aferra la escalera con

la mano izquierda y trata de coger el loro con la derecha. El doctor urbino agarró el loro por

el cuello con un suspiro de triunfo. Pero lo soltó de inmediato porque la escalera resbaló

bajo sus pies y él se quedó un instante suspendido en el aire y entonces alcanzó a darse cuenta de

que se había muerto sin comunión, sin tiempo para arrepentirse de nada ni despedirse de nadie a

las cuatro y siete minutos de la tarde del domingo de Pentecostés. Fermín Adaza está en la cocina

probando la sopa para la cena cuando oye el grito de horror de digna pardo, la vieja sirvienta y el

alboroto de la servidumbre de la casa y enseguida el del vecindario. Tira la cuchara de probar y trata

de correr como puede con el peso invencible de su edad gritando como una loca sin saber todavía

lo que pasa bajo las frondas del mango y el corazón le salta en astillas cuando ve a su hombre tendido

boca arriba en el lodo ya muerto en vida pero resistiéndose todavía un último minuto al coletazo

final de la muerte para que ella tenga tiempo de llegar. Alcanzó a reconocerla en el tumulto a

través de las lágrimas del dolor irrepetible de morirse sin ella y la miró por última vez para

siempre jamás con los ojos más luminosos, más tristes y más agradecidos que ella no le vio

nunca en medio siglo de vida en común y alcanzó a decirle con el último aliento,

sólo Dios sabe cuánto te quise. Fue una muerte memorable y no sin razón.

El amor en los tiempos del cólera tiene una acogida triunfal por parte del público y de la crítica

y es que es una novela magnífica por lo que cuenta y por cómo lo cuenta. Tras finalizar la

escritura de el amor en los tiempos del cólera Gabriel García Márquez inicia un nuevo proyecto

compartido con Fidel Castro la creación de una escuela latinoamericana de cine con sede en

la Habana como un medio de incrementar la producción continental, mejorar la calidad,

fomentar la unidad latinoamericana y difundir los valores revolucionarios. Por esas fechas es

asesinado en Bogotá al salir de su oficina el director del espectador Guillermo Cano. El periódico

había mantenido con valentía su oposición al narcotraficante Pablo Escobar y había apoyado

la extradición de los presuntos traficantes de drogas de Estados Unidos. Tras el suceso Gabriel

García Márquez dirá que por eso no quiere volver a Colombia porque están matando a sus amigos.

Gabriel García Márquez ha empezado su siguiente novela sobre la más importante figura latinoamericana

de todos los tiempos, Simón Bolívar. Se titula el general en su labrinto. Cuando se publica la

mayoría de las críticas son positivas pero también hay alguna demoledora. Este es el comienzo del

libro, uno de esos arranques brutales de las novelas de García Márquez. José Palacios,

su servidor más antiguo, lo encontró flotando en las aguas depulativas de la bañera, desnudo y

con los ojos abiertos y creyó que se había ahogado. Sabía que se era uno de sus muchos modos de

meditar pero el estado de éxtasis en que ya hacía la deriva parecía de alguien que ya no era de

este mundo. No se atrevió a acercarse sino que lo llamó con voz sorda de acuerdo con la orden de

despertarlo antes de las cinco para viajar con las primeras luces. El general emergió del hechizo y

vio en la penumbra los ojos azules y diáfanos, el cabello encrespado de color de ardilla,

la majestad impávida de su mayor domo de todos los días sosteniendo en la mano el pocillo con la

infusión de amapolas con goma. El general se agarró sin fuerzas de las asas de la bañera y

surgió de entre las aguas medicinales con un impetude del fin que no era de esperar en un cuerpo tan

desmedrado. Vámonos dijo volando que aquí no nos quiere nadie. En 1989 los asesinatos e intentos de

asesinato de políticos son continuos en Colombia pero tras el triunfo electoral de César Gaviria

en 1990, Gabriel García Márquez se plantea de nuevo instalarse en Colombia. En 1991 puede entrar

en Estados Unidos de nuevo con un visado normal por primera vez en 30 años para inaugurar el

festival de cine de Nueva York. A finales de otoño regresa a España donde el gobierno de su amigo

Felipe González está preparando los actos del quinto centenario del descubrimiento. Gabriel

García Márquez está terminando de dar forma a un volumen de relatos escritos en el curso de los

últimos 18 años titulado 12 cuentos pergrinos que cuentan la experiencia de los latinoamericanos

que llegan a Europa y hacen frente a una cultura ágena. Tiene cuentos inolvidables como buen viaje

señor presidente, me alquilo para soñar o maría a dos prazeres, pero mi cuento favorito es el rastro

de tu sangre en la nieve. Me parece extraordinario, emocionante y tiene un ritmo y un desenlace

maravillosos y unos personajes inolvidables como Nenada Conte, la protagonista que se va

desangrando poco a poco y de forma imparable a través de una pequeña herida en su dedo y su marido,

el gran Billy Sánchez de Ávila. Este es el arranque del rastro de tu sangre en la nieve.

Al anochecer, cuando llegaron a la frontera, Nenada Conte se dio cuenta de que el dedo con

el anillo de bodas le seguía sangrando. El guardia civil, con una manta de lana cruda sobre el

tricorneo de Charol, examinó los pasaportes a la luz de una linterna de carburó, haciendo un gran

esfuerzo para que no lo derribara la presión del viento que soplaba de los pirineos. Aunque eran

dos pasaportes diplomáticos en regla, el guardia levantó la linterna para comprobar que los

retratos se parecían a las caras. Nenada Conte era casi una niña, con unos ojos de pájaro feliz

y una piel de melaza que todavía irradiaba la resolana del caribe en el lúgubre a nochecer

de enero. Y estaba ropada hasta el cuello con un abrigo de nunca de visón que no podía comprarse

con el sueldo de un año de toda la guarnición fronteriza. Gabriel García Márquez es operado

de un tumor de un centímetro en el pulmón izquierdo. Decide operarse en Colombia. No hay metástasis y

la perspectiva son buenas, aunque debe descansar. En 1994, coincidiendo con la feria del libro de

Bogotá, se presenta la nueva novela de Gabriel García Márquez, del amor y otros demonios,

que se ambienta de nuevo en Cartagena, donde Gabos está construyendo su nueva casa. El libro

tiene muy buena acogida, también por parte del mundo académico, que valora que aborde cuestiones

como el feminismo, la sexualidad, la raza, la religión o la identidad. Gabriel García Márquez

escribió que su abuela le contaba de niño la leyenda de una marquesita de 12 años cuya cabellera

le arrastraba como una cola de novia que había muerto del mal de rabia por el mordisco de un

perro y era venerada en los pueblos del Caribe por sus muchos milagros. Gabriel García Márquez

también decía que en el primer párrafo de una novela hay que definirlo todo, estructura,

tono, estilo, ritmo, longitud y a veces hasta el carácter de algún personaje. Lo demás decía

es el placer de escribir. Nosotros queremos leerles el primer párrafo del amor y otros demonios.

Un perro cenizo con un lucero en la frente y rompió en los vericuetos del mercado el primer

domingo de diciembre revolcó mesas de fritangas, desbarató tenderetes de indios y toldos de lotería

y de paso murió a cuatro personas que se le atravesaron en el camino. Tres eran esclavos

negros. La otra fue sierva María de todos los ángeles, hija única del marqués de Casalduero,

que había ido con una sirvienta mulata a comprar una ristra de cascabeles para la fiesta de sus

doce años. Tenían instrucciones de no pasar del portal de los mercaderes, pero la criada se aventuró

hasta el puente levadizo de la Raval de Getsemaní, atraída por la bulla del puerto negro, donde estaban

rematando un cargamento de esclavos de ginea. El barco de la compañía gaditana de negros era

esperado con alarma desde hacía una semana por haber sufrido a bordo una mortalidad inexplicable.

En octubre de 1993, Gabriel García Márquez conoce a la ministra de Educación Colombiana Maruja

Pachón y a su marido, que le propusieron escribir un libro acerca de las experiencias vividas durante

su secuestro, junto con otros periodistas por los sicarios de Escobar. El resultado será noticia de

un secuestro que se publica en mayo de 1996. El libro se coloca en el número uno de la lista de

los libros más vendidos nada más publicarse. Gabriel García Márquez tiene 69 años y por fin

conquista a los colombianos. En el prólogo dice que fue la tarea más difícil y triste de su vida.

La obra alterna los capítulos impares que tratan de los rehenes y los secuestradores con los pares,

donde se muestra la lucha de las familias para negociar, tanto con los secuestradores como con

el gobierno. Así lo explicaba Gabriel García Márquez. En el mismo libro está decir lo que yo sabía

en la primera página, lo que sé en la última página no era ni más remotamente lo que sabía

en la primera, más aún. Empecé con Maruja Pachón y rápidamente me di cuenta de que no recordaba

nada o no quería recordar nada. Me di cuenta que estaba bloqueada, pero no me preocupé porque

terminamos de hacer toda la primera grabación. Yo seguí trabajando con otros y después le hice

ver cómo venía lo de los otros, entonces sintí un poco más la posibilidad de profundizar y fue

la tercera vez cuando ya llegamos más o menos a la profundidad que yo quería tener. Eso fue un

aprendizaje de todos porque todos tuvieron que aprender a contar para el libro, porque además

la tendencia es contar desordenadamente todo y uno le pone primero esto, después esto, después esto.

Ordenar la memoria de tanta gente era una cosa bastante difícil y que luego estuvieran de acuerdo

con que fue eso lo que sintieron y fue eso lo que dijeron. Yo creo que es bastante satisfactorio.

Gabriel García Márquez confiesa en un par de entrevistas a diferentes medios en 1996 que

empieza a perder la memoria, que empieza a olvidar algunas cosas como números de teléfono. En

1998 con otros amigos adquiere la revista Cambio y empieza a escribir largos artículos en primera

plana cerca de grandes personalidades. En 1999 se le descubre un linfoma del que es tratado en

Estados Unidos. Cuando se recupera, aunque sigue colaborando con Cambio desde Ciudad de México,

su actividad principal son sus memorias en las que se centra en su vida hasta los 27 años cuando

se traslada a París. Considera que esa es la época más interesante de su vida, pues se trataba

de los años que lo convirtieron en escritor. A finales de 2001 envía una primera versión a

Alvaro Mutis y finalmente recurre a su hijo y al escritor William Mospina para contrastar datos

y rellenar las lagunas de su memoria. Cuando está finalizando la obra, fallece su madre a los 96

años. El título final será vivir para contarla. Dice que la vida no es lo que uno vivió, sino lo

que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla. Después, Gabriel García Márquez se plantea

escribir una nueva novela que tiene mente desde hace años. En otoño de 2004 se publica memoria

de Mis Putas Tristes, inspirada por la Casa de las Bellas Durmientes, de Yasunari Kababata. Es la

única novela ambientada en Barranquilla y es su novela menos lograda. Esta vez déjenme contarles

el final de la novela, el último párrafo en lugar del primero.

Salía la calle radiante y por primera vez me reconocía a mí mismo en el horizonte remoto de

mi primer siglo. Mi casa, callada y en orden a las seis y cuarto, empezaba a gozar los colores de

una aurora feliz. Damiana cantaba toda voz en la cocina y el gato redivivo enroscó la cola en

mis tobillos y siguió caminando conmigo hasta mi mesa de escribir. Estaba ordenando mis papeles

machitos, el tintero, la pluma de ganso, cuando el sol estalló entre los almenros del parque y el

buque fluvial del correo, retrasado una semana por la sequía, entró un amando en el canal del

puerto. Era por fin la vida real, con mi corazón a salvo y condenado a morir de buen amor en la

conía feliz de cualquier día después de mis cien años. Gabo fallece en su casa de Ciudad de

México el 14 de agril de 2014. Es Jueve Santo. Curiosamente, un personaje esencial de cien años

de soledad, Ursula y Guarán, también muere un Jueve Santo en la novela. Dos años después de su

muerte, la familia traslada sus cenizas a Cartagena y las depositan dentro de la base de un busto del

autor en el patio de una casa colonial abierta al público. Hay un libro delicioso y a la vez

estremecedor que ha escrito su hijo, el director de cine Rodrigo García, titulado Gabo y Mercedes,

una despedida en el que cuenta los últimos años y la muerte de Gabriel García Marquez. Déjenme

terminar este programa con las últimas líneas de 100 años de soledad. Un fragmento que sigo sin

poder leer sin que se merece la piel. Es un final extraordinario, rotundo, total. Lean a Gabriel

García Marquez por favor. Háganme caso. Entonces, dio otro salto para anticiparse las predicciones

y averiguar la fecha y las circunstancias de su muerte. Sin embargo, antes de llegar al verso final,

ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de

los espejos o los espejismos sería rasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres

en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos y que todo lo escrito

en ellos era irrepetible desde siempre para siempre, porque las estirpes condenadas a 100 años de

soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.

Y hasta aquí este un autor en una hora que hemos dedicado a Gabriel García Marquez. Quiero dar

las gracias al Departamento de Documentación de la cadena ser. Gracias por estar ahí y gracias

por leer. Un autor en una hora en la cadena ser.

Un autor en una hora. Dirección Antonio Martínez Asensio con la voz de Eugenio Barona,

diseño sonoro de Mariano Revilla, edición y montaje de sonido de Borja González y en las redes

Virgínia Díaz Pacheco.

Cadena ser. La radio.

Aureliano Babilonia, edición y montaje de sonido de Borja González, edición y montaje de sonido de Borja González,

edición y montaje de sonido de Borja González, edición y montaje de sonido de Borja González,

edición y montaje de sonido de Borja González, edición y montaje de sonido de Borja González,

edición y montaje de sonido de Borja González, edición y montaje de sonido de Borja González,

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Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927-México, 2014) ganó el Premio Nobel de Literatura en 1982. Es el autor de 'Cien años de soledad', 'El coronel no tiene quien le escriba', 'Crónica de una muerte anunciada', o 'El amor en los tiempos del cólera'.