Un Libro Una Hora: 'La casa de los siete tejados', una novela intensa, inquietante y a la vez luminosa
Cadena SER 10/29/23 - Episode Page - 55m - PDF Transcript
El despierta contento, Dio.
¿Te tenemos un secreto?
¿Saber qué vas a empezar tu día con desayuno de McDonald's?
¿Hará que tu alarma deje de sonar así?
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Despierta feliz.
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Viene al doble.
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Dos por solo 5.50.
Precios y participación pueden variar.
Producto individual a precio regular.
No puede ser combinada con ninguna otra oferta o campo mío.
Patapapapapa.
Ser podcast.
Un Libro Una Hora.
Dirigido por Antonio Martínez Asensio.
Bienvenidos al podcast de Un Libro Una Hora.
En este episodio os vamos a contar la casa de los 7 tejados
de Nathaniel Hawthorne.
Nathaniel Hawthorne nació en 1804 y murió en 1864.
Es uno de los grandes escritores norteamericanos del siglo XIX.
Entre sus obras destacan el conjunto de cuentos
musgos de una vieja rectoría,
la letra Escarlata, que ya les hemos contado en un libro una hora,
el libro de las maravillas para chicas y chicos
y el maravilloso relato Wakefield.
En 1852 escribió la biografía de su amigo Franklin Pierce
que llegaría a ser presidente de Estados Unidos
y que recompensó a Hawthorne con el cargo de Consul en Liverpool
que mantuvo hasta 1857.
La casa de los 7 tejados se publicó en 1851.
Es una novela intensa, peculiar, inquietante y a la vez luminosa
que ocupa un lugar de honor en la literatura estadounidense.
Tiene unos personajes y una trama que nos atrapa
y se desarrolla en un lugar inolvidable.
Vamos allá.
En una de nuestras ciudades de Nueva Inglaterra,
a medio camino de una calle secundaria,
se levanta una casa de madera desvahida por el paso del tiempo
con 7 tejados de puntiagudos astiales
orientados hacia diversos puntos cardinales
y una imponente chimenea encerrada en medio de todos ellos.
Está en la calle Pinchon
y la casa es la antigua Casa Pinchon.
Justo delante de la puerta hay un Olmo de amplia circunferencia
que es conocido por todo hijo de vecino
con el pomposo nombre de Olmo Pinchon.
La venerable mansión también es conocida como la Casa de los 7 tejados.
Su historia incluye una sucesión de hechos
que se desarrollan durante buena parte de dos siglos.
La Casa de los 7 tejados, pesa algo antiguo a que parece ahora,
no fue la primera residencia erigida por el hombre civilizado
en ese punto exacto del territorio.
La calle Pinchon antes tenía el nombre más humilde de Mauls Lane
por el apellido del ocupante primigenio del terreno
cuya granja estaba al final de un camino de vacas.
Una fuente natural de agua fresca y deliciosa,
extraño tesoro en una península rodeada por el mar
donde se había construido el asentamiento puritano.
Había inspirado a Matthew Mowl para construir una cabaña
en clenque y con techo de paja en ese preciso lugar
aunque en esa época quedaba bastante alejada del centro de la aldea.
El paraje ocupado por esa rudimentaria casucha
se convirtió en un solar muy codiciado
por un importante y poderoso personaje.
Con objeto de adueñarse del solar,
adujo ser poseedor de un permiso legal sobre ese terreno.
El coronel Pinchon, el solicitante,
era conocido por tener una enérgica y férrea de terminación.
Matthew Mowl se mostró terco en la defensa
de lo que consideraba un derecho propio
y durante años consiguió preservar el par de hectáreas de terreno
que había alabrado en el bosque
hasta convertirlo en huerta y hogar propios.
En una época en la que las influencias personales
tenían mucho más peso que en la actualidad,
la disputa sólo llegó a término con la muerte de Matthew Mowl
ejecutado por el crimen de brujería
de forma injusta como tantas otras veces en esa época.
La víctima declaró que lo habían perseguido
hasta la muerte por sus terrenos.
En el momento de la ejecución,
con la soga el cuello y mientras el coronel Pinchon contemplaba la escena,
sentado al hombro de su caballo y en sí mismo.
Mowl se había dirigido al coronel desde el patíbulo
y había pronunciado una profecía,
el contenido de la cual,
al igual que los cuentos que se relatan junto a la hoguera,
se ha transmitido palabra por palabra.
Dios dijo el hombre moribundo señalando con un dedo
y una mirada horrenda al impertérrito rostro de su enemigo.
Dios le dará sangre para beber.
Tras la muerte de Matthew Mowl,
el coronel Pinchon se apoderó de su humilde morada.
Los más chismosos de la aldea comentaron
que el coronel estaba a punto de construir su casa
sobre una sepultura de alguien que no descansaba en paz.
Su hogar incluiría la morada de un hechicero muerto y enterrado
y, por tanto, proporcionaría a su fantasma
cierto privilegio a la hora de errar por sus nuevos aposentos,
por las alcobas que los futuros novios llevarían a sus novias
y donde nacería la sangre de la sangre de la familia Pinchon.
Sin embargo, el soldado y magistrado puritano
no era un hombre que se dejara apartar de sus planes preconcebidos
ni por el miedo al fantasma de un hechicero
ni por ningún endeble sentimentalismo de cualquier clase.
Así que cabó las bodegas
y puso los profundos cimientos de su mansión
en el terreno de Matthew Mowl.
Resultó un hecho curioso
y, como opinaron algunos, un mal agurio
que la agua de la fuente antes mencionada
perdiera a todo su delicioso sabor y su cualidad prístina
en cuanto los peones iniciaron sus labores.
Ya fuera porque su nacimiento se vio alterado
por la profundidad de la nueva bodega
o por cualquier otra causa más sutil que subyaciera en el fondo.
Es un hecho cierto que la agua de la fuente de Mowl,
como seguían llamándola, se tornó áspera y salobre.
El jefe de carpintería del nuevo edificio
fue nada más y nada menos que el hijo de Matthew Mowl.
Es verdad que era el mejor de su época.
Thomas Mowl se convirtió en el arquitecto de la Casa de los Siete Tejados
y realizó su trabajo con tanta diligencia
que la estructura de madera levantada por sus manos
todavía se mantiene en pie.
La fiesta de inauguración fue espectacular.
La calle Pinchon estaba abarrotada.
Todo el exterior estaba adornado
con curiosas figuras diseñadas
con un aire grotesco de estilo gótico.
Los Siete Tejados apuntaban puntiagudos hacia el cielo
y tenían el aspecto de formar parte de una congregación de edificios
que respiraban a través de los espináculos
de una única y gran chimerea.
Las numerosas celosías con sus pequeños cristales
con forma de diamante
dejaban entrar la luz del sol en el vestíbulo.
Unas pequeñas varas espirales de acero
embellecían cada una de las siete cúspides.
En la parte triangular del tejado que daba la calle
había un reloj de sol colocado esa misma mañana
y sobre cuya esfera los rayos todavía estaban marcando
el paso de la primera iluminosa hora de una historia
que no estaba destinada en absoluto a ser luminosa.
Porque el fundador de esa majestuosa mansión
no estaba presente en el vestíbulo.
Cuando hizo aparición el segundo dignitario de la provincia
no tuvo más recibimiento que el del mayor domo.
El vicegobernador dijo que había llegado la hora
de que el coronel saliera a saludar a sus amigos
y llamó a la puerta de su habitación sin obtener respuesta.
La porreó con el pesado puño de su espada,
intentó abrir, pero de pronto el pomo se le escapó de un tirón.
La puerta se abrió de golpe
y dejó pasar una violenta corriente de aire
procedente del portal principal
que recorrió todos los pasadizos y departamentos de la casa nueva
como un profundo suspiro.
Una estela de perplejidad se apoderó de los presentes.
Sin embargo, todos acudieron en masa hacia la puerta ya abierta
y por la ansiedad de su curiosidad
empujaron al vicegobernador
al que obligaron a entrar por delante de ellos.
Vieron una habitación hermosamente amueblada
y colgado allí un retrato del coronel Pinchon
bajo el cual se encontraba el modelo original
con una estilográfica en la mano y sentado en un sillón.
Parecía estar mirando a la multitud curiosa.
Un niño pequeño,
el nieto del coronel y el único ser humano
que se había atrevido a tenerle confianza.
Se abrió paso entre los invitados
y corrió hacia la figura del hombre que permanecía sentado.
Se detuvo a medio camino
y empezó a chillar, aterrorizado.
Las demás personas, temblorosas,
se acercaron y vieron que tenía sangre en la garganta
y que su barbacana estaba teñida del mismo rojo.
Era demasiado tarde para socorrerlo.
Estaba muerto.
Cuenta la leyenda
que alguien alzó la voz para hablar entre los invitados.
Una voz cuya entonación era como la del viejo Matthew Maul,
el hechicero ejecutado.
Dios le ha dado sangre de beber.
El repentino y misterioso final del coronel Pinchon
provocó gran revuelo en su época.
Hubo muchos rumores que hablaban de asesinato,
pero al final se concluyó que se trataba de un caso de apoplejía.
La leyenda, que en ocasiones saca la luz la verdad
que la historia ha dejado escapar,
es la culpable de todas las afirmaciones en sentido contrario.
El tiempo acrecentó la prosperidad de la familia del coronel.
El hijo y heredero del coronel
no sólo disfrutó de una privilegiada situación,
sino que también heredó la reivindicación del derecho de propiedad
de un territorio,
basada en una escritura india ratificada por una sentencia del tribunal general,
un territorio vasto y aún ignoto en las tierras del este,
más extensas que un ducado.
Cierto es que los herederos del coronel hicieron denodados esfuerzos,
no sólo por aquel entonces,
sino en diversos periodos durante casi 100 años a partir de esa época
para obtener lo que se empecinaban en asegurar que era suyo por derecho.
Sin embargo, con el paso del tiempo,
el territorio fue en parte readjudicado a individuos más favorecidos
y en parte despejado y ocupado por colonos.
Por tanto, esa demanda insustancial nos sirvió más que para conservar de generación en generación
una absurda ilusión de rancio abolengo que siempre caracterizó a Los Pinchon.
Los Pinchon continuaron la saga durante buena parte de los dos y los siguientes.
En los últimos 70 años,
el acontecimiento más destacado en los anales de la historia de Los Pinchon
ha sido, probablemente,
la calamidad más tremenda que aconteció jamás a ese linaje.
La muerte violenta de un miembro de la familia a causa de la acción criminal
de otro miembro de la familia.
Un sobrino del fallecido, el joven Clifford Pinchon,
fue juzgado y condenado por el crimen a cadena perpetua.
La víctima de ese asesinato era un viejo hombre soltero de naturaleza excéntrica y melancólica
que había llegado a la conclusión de que Matthew Mowell, el hechicero,
había sido injustamente privado de su hogar
y se planteó si no sería su obligación moral restituir la propiedad de Mowell
con el consiguiente revuelo de la familia,
pero, tras su fallecimiento, la mansión y sus riquezas
pasaron a manos de su apoderado legal,
un sobrino del anciano que se había convertido en un respetable miembro de la comunidad
y que tenía el título de juez, el juez Pinchon.
Más adelante inició cierta actividad política
y ocupó un cargo durante dos mandatos en el Congreso,
además de convertirse en una figura destacada en ambas cámaras de la legislatura del Estado.
El juez Pinchon era, sin lugar a dudas, un orgullo para los de su linaje.
Se había construido una elegante casa de campo a unos kilómetros de su ciudad natal
y allí pasaban las temporadas que podía retirarse de sus funciones públicas
para desempeñar todas sus habilidades y virtudes
que caracterizan al cristiano, buen ciudadano, horticultor y caballero.
Pocos son los Pinchon que han quedado.
La familia no ha destacado a la hora de multiplicarse,
más bien parece estar extinguéndose.
Los únicos miembros del linaje conocido son el juez
y su único hijo que se encuentra viajando por Europa.
El prisionero, Clifford, que lleva 30 años encerrado
y su hermana, Hepsiba, que ocupa, recluida entre sus cuatro paredes,
la casa de los siete tejados y es terriblemente pobre.
La última y más joven miembro de los Pinchon es una pueblerina de 17 años, Phoebe.
Se han vivido tal cantidad de experiencias en la casa de los siete tejados
que es como un gigantesco corazón humano,
con vida propia, lleno de ricos y sombríos recuerdos.
Bajo el tejado de la fachada, justo debajo del prominente ceño
de la segunda planta y con salida a la calle,
había una pequeña puerta dividida horizontalmente por la mitad
y con una ventanita en la parte superior como la entrada de una tienda.
La puerta era similar a la de esas viviendas de una época más remota.
Hace cuestión de un siglo, el cabeza de familia de los Pinchon
se encontró sumido en graves apuros económicos.
No se le ocurrió mejor camino hacia la riqueza
que abrir una puerta destinada al comercio
en un lateral de su ancestral residencia.
Inmediatamente después de su muerte,
la mentada puerta se había bloqueado clausurado y cubierto con barrotes.
El viejo mostrador, las estanterías y otras partes integrantes
de la tienda cita permanecían intactas.
Contaban que el tendero fallecido, tocado con una peluca blanca
y ataviado con un batín ajado, un mandil atado a la cintura
y los puños de la camisa cuidadosamente arremangados,
podía verse a través de las grietas de las persianas
cualquier noche del año, usmeando en la caja registradora
o estudiando minuciosamente las deslucidas hojas de su dietario
condenado a pasar toda la eternidad
intentando en vano que le cuadraran las cuentas.
Con la Casa de los Siete Tejados,
el autor ocupó su lugar como hombre de éxito
dentro de la sociedad de su país.
House Orb escribió este libro en medio de un bienestar general,
social e interno, que en sus cartas calificaba
además adecuado, natural y sano que la letra escarlata,
queriendo persuadir a sus destinatarios
de que aquello era más característico de mi mente.
En la Casa de los Siete Tejados no logró desterrar también,
como lo había hecho en la letra escarlata,
las oscuras visiones no americanas,
de esa parte de él que correspondía
al imaginativo artista y novelista.
La Casa de los Siete Tejados es un magnífico ejemplo
que explica por qué Nazaniel Hawthorne
es uno de los escritores más interesantes
y esenciales desde el punto de vista cultural
que ha producido América.
Faltaba todavía media hora para el amanecer
cuando la señorita Hepsiba Pinchon
nos diremos que se despertó,
pues ponemos en duda que la pobre mujer
consiguiera cerrar los ojos durante la breve noche estival.
Se despegó de su solitaria almohada
e inició lo que sería una burla
calificar como aficalamiento personal.
Jamás cometeríamos la indecencia de presenciar
ni siquiera como ejercicio de la imaginación
el momento de aseo de una dama soltera.
Nuestra historia deberá esperar a la señorita Hepsiba
en la puerta de sus aposentos.
La anciana Hepsiba vive sola en la Casa de los Siete Tejados,
pero un joven respetable y disciplinado,
artista del daguerrotipo,
hace cosa de unos tres meses
se ha instalado bajo uno de los tejados más remotos,
una vivienda en sí misma,
de hecho separada del resto de la casa.
Aquella mañana la señorita Hepsiba
se arregla como si fuera a salir.
Cuando está lista se entrega a la gran pasión de su vida,
gira la llave en una pequeña cerradura,
abre un cajón secreto y saca un retrato pintado
con el perfecto estilo de Malbon,
el conocido miniaturista.
Se trata de la representación de un joven
ataviado con sedosas vestiduras antiguas,
cuya terza textura casa la perfección
con el rostro de ensueño,
con sus labios carnosos y tiernos
y sus hermosos ojos que parecen ser reflejo
no de una gran capacidad de razonamiento,
sino más bien de emociones amables y voluptuosas.
La señorita Hepsiba jamás ha tenido un amor,
pero su fe y confianza impercederas en el original
que inspiró ese retrato en miniatura,
su claro recuerdo y su inquebrantable devoción por él
han sido el único alimento del que se ha nutrido su corazón.
Y aquí, por fin,
con otro suspiro lastimero,
como una bocanada de aire helado,
viento húmedo que sale de un sota,
no hace tiempo clausurado,
cuya puerta ha quedado entreabierta por accidente.
Llega la señorita Hepsiba pinchón,
avanza hacia el pasadizo lube oscurecido por el tiempo,
una figura alta ataviada de sedas negras,
con una cinturilla esbelta y diminuta,
se dirige hacia la escalera tocando atientas las paredes,
como una persona miope, lo que de hecho es.
Esa miopia le hace tener un gesto
que quien no la conozca puede pensar
que es una rabia llena de amargura
o mala disposición de ánimo.
Sin embargo, no se trata de nada parecido,
sino un esfuerzo para reemplazar
la imagen borrosa por una forma nítida.
La pobre Hepsiba es de naturaleza tierna, sensible,
un cúmulo de delicados temblores y palpitaciones.
Está a punto de hacer algo que nadie espera.
La tienda, que abrió su antepasado,
está ahora limpia y ordenada,
provista de productos comercializables,
barriles con harina y manzanas,
un cajón de madera de pino lleno de jabón en barra,
otro cajón del mismo tamaño con velas de sebo,
azúcar de caña, alubias blancas y guisantes desgranados,
caramelos envueltos en papel blanco
y un Jim Crow, el negro danzón de la canción popular
y varios animales en su versión de pan de jengibre,
una división de caballería de los dragones
sobre sus monturas de plomo con sus equipos
y uniformes de corte moderno.
También hay unas figuritas de azúcar.
Se trata de la agonía final
de lo que da en llamarse Serrancio Abolengo,
una dama que se había nutrido desde su niñez
con el sombrío alimento de los recuerdos aristocráticos
y cuyo credo dictaba que las manos de una mujer
se manfillan al hacer cualquier cosa por ganarse el pan.
Esta dama de alta cuna,
tras 60 años en los que sus medios de subsistencia
han ido menguando, baja de buen grado
del pedestal de su categoría social imaginaria.
La pobreza que ha ido pisándole los talones a lo largo de su vida,
por fin la alcanzado, debe ganarse el pan
con el sudor de su frente o morir de hambre.
El inevitable momento no puede aplazarse más,
ya puede verse la luz del sol
ascendiendo por la fachada de la casa de enfrente.
Ha llegado la hora.
No hay nada, salvo levantar la barrera
que bloquea la puerta de la tienda para dejarla entrada libre.
Pero ese último acto,
interpretado por Hepsiva,
tiene el mismo efecto de golpe seco en sus nervios
que un estruendo ensordecedor.
Entonces, huye hacia el salón interior,
se deja caer sobre una ancestral butaca y rompe a llorar.
Hasta que suena el tintineo de la llamada de una campanilla.
Su primer cliente está en la puerta.
Hepsiva corre hacia la tienda pálida, enloquecida,
con desesperación en el gesto,
renunciando el ceño con exageración,
con una actitud mucho más apta
para liberar una feroz batalla contra un ladrón
que para permanecer sonriente tras el mostrador.
Cualquier cliente en su sano juicio habría dado
media vuelta para ir de allí,
pero el pobre y anciano corazón de Hepsiva
no alberga ni pizca de ferocidad.
Era un joven esbelto de no más de 21 o 22 años,
con una expresión bastante seria y reflexiva para su edad,
aunque resumaba agudeza y vitalidad.
Esas cualidades no solo resultaban perceptibles
desde un punto de vista físico, en su porte y movimientos,
sino que se dejaban entre ver de modo casi inmediato en su carácter.
Una barba castaña de textura no demasiado sedosa
le perfilaba la barbilla, aunque sin ocultarla del todo.
También lucía un bigote recortado
y sus semblantes oscuros de facciones marcadas
ganaba muchísimo con esos ornamentos naturales.
Es el dagrotipista, el señor Holgrave,
el único ocupante de la mansión de los 7 tejados
aparte de la anciana dama.
Ha entrado para expresarle sus mejores deseos
y para ofrecer su ayuda.
Las personas que se encuentran en apuros
pueden soportar una gran cantidad de desprecios,
pero se derrumban de inmediato
ante la más sencilla expresión de auténtica compasión.
La pobre Hepsiva vuelve a echarse a llorar.
El dagrotipista la consuela
y le dice que es bueno que finalice una época
y empiece otra, que seguro que es buena.
Hepsiva le agradece su amabilidad
y le dice que hará todo lo posible
por ser una buena tendera.
Holgrave le pide unas galletitas
para ser el primer cliente Hepsiva
por serlo se las regala.
Poco después entra un golfillo regordete
y colorado como un tomate que va a la escuela.
Quiere el Jim Crow que está en el escaparate
y Hepsiva también se lo regala,
con lo que el chico nada más salir
vuelve a por otro y esta vez
la anciana acepta su moneda de cobre.
La recién estrenada te entera.
Lanzó el primer fruto de su empresa comercial
a la caja registradora.
Lo había hecho.
El sórdido rastro que le había dejado
la moneda de cobre en la palma de la mano
jamás podría lavarse.
El pequeño colegial con la impiedad
de la figurita del negro Zumbón
había llevado a su casa una ruina irreparable.
La estructura de la antigua aristocracia
había quedado demolida con él
como si sus reniegos infantiles
hubieran desmoronado la mansión
de los siete tejados.
A medida que avanza la mañana
ha habido clientes,
aunque a un ritmo bastante lento.
Hacia el mediodía,
Hepsiva ve a un caballero anciano
alto y elegante,
con un porte de notable distinción
que se pasea con parsimonia
por la acera de enfrente
de la blanca y polvorienta calle.
Es Jaffrey, el juez Pinchon,
que mira con curiosidad la tienda abierta.
Su apariencia y sus gestos,
el aspecto de su vestimenta y sus formas,
hacen que parezca un personaje
de gran opulencia.
Al principio, no parece ser de su agrado lo que ve,
pero pasado un instante antes de seguir su camino
es voz a una sonrisa.
La siguiente visita es la de un anciano,
un humilde residente de la calle Pinchon
al que durante bastantes años
la anciana ha tenido que aguantar
como si fuera un conocido de la casa.
Es el tío Benner, como lo llaman los vecinos,
que viene a desearle suerte a Hepsiva.
Cuando está a punto de cerrar,
separa ante la casa una diligencia
de la que se baja una joven de figura esbelta
que da un alegre salto para pasar a la acera
y luego llama a la puerta
de la casa de los siete tejados.
Es Phoebe, la más joven de los Pinchon
que vive en un pueblo.
El hecho de que la joven se encontraba
en la entrada parecía tan adecuado
como cuando un rayo de sol cae
en el lugar más deprimente que pueda existir
y consigue que su presencia allí
sea algo apropiado.
Resultaba igual de evidente que la puerta
debía abrirse para recibirla.
Como una de sus parientes más cercanas,
Phoebe se había trasladado con toda naturalidad
a la casa de su prima Hepsiva
sin la idea de acogerse a la protección
de la anciana, sino con el único propósito
de visitarla durante unas dos semanas
que podrían provocarse de forma indefinida
si comprobaban que eso contribuía
a aumentar la felicidad de ambas.
Phoebe se ofrece
para cuidar el jardín
y para lo que Hepsiva necesite,
pero la anciana le dice que en realidad
no le corresponde a ella determinar
quién debe ser invitado
durante la vieja casa Pinchon
porque su dueño está a punto de llegar
y entonces le enseña la miniatura
que Hepsiva mira cada mañana.
Phoebe le pregunta quién es.
La anciana le contesta
que es Clifford Pinchon.
Phoebe apenas ha oído hablar de él
ni siquiera sabe que está en la cárcel
desde hace 30 años, ni sabe si está vivo o no.
Hepsiva le responde con una risa triste
y apagada
que en las viejas casas como ésta
es muy posible que los difuntos regresen.
Y luego le da la bienvenida a la casa
y besa en la mejilla su prima.
La vida de Hepsiva
y la casa entera cambian con la presencia
de Phoebe, con su alegría,
con su energía y con su don
para la decoración práctica.
Y encima es Phoebe quien se pone de tendera
y su simpatía y su don de gentes
hace que el dinero empiece a entrar
con regularidad.
Las dos parientes, la joven soltera
y la anciana solterona, encontraron un momento
antes de que cayera la noche
de transacción comercial y transacción comercial
para estrechar cada vez más
sus lazos afectivos y compartir coincidencias.
La anciana dama
sintió una nostálgica y orgullosa satisfacción
al llevar a Phoebe de una habitación
a otra de la casa
y recordar las tradiciones
que constituían, por así decirlo,
la lube patina que cubría las paredes.
Le enseña las muescas
dejadas por la empuñadura
de la espada del gobernador
en la puerta de la habitación
del Pinchon. Le cuenta que hay un
incalculable tesoro de guineas inglesas
oculto en algún lugar de la casa
y le enseña el clavicénbalo
de Alice Pinchon, que había sido
bellísima y virtuosa en vida
hace un siglo y que aún hoy deambulaba
por la casa de los siete tejados
y en numerosas ocasiones se la había oído
tocar el clavicénbalo con languidez
y gran virtuosismo.
Y luego le habla del daguerrotipista
a quien le ha permitido residir bajo uno de
los siete tejados pues parece ser un joven
de la gente. Phoebe conoce al daguerrotipista
un día que pasea por el jardín
y se cae muy bien.
Hallgrave le avisa de que no beba
ni siquiera se refresque en la fuente de Mowl
que está maldita. Aquella noche
cuando se va a la cama, Phoebe nota
ajepsiva muy rara.
Se retiró a su habitación
pero tardó en dormirse.
Al hacerlo no concilió un sueño
muy profundo en algún momento
indeterminado de la noche y por así decirlo
a través del finóvelo de un sueño
y unos pasos que ascendían por la escalera
con pesadez
no con fuerza ni decisión
la voz de jepsiva como apagada
acompañaba a los pasos
una vez más en respuesta
a la voz de su prima
Phoebe oyó ese extraño y vago murmullo
comparable al eco indistinto
de una expresión humana.
Por la mañana mientras Phoebe
prepara el desayuno
Jepsiva está nerviosa y agitada
tiembla y en algunos momentos a Phoebe
le parece fruto de un
éxtasis de delay y felicidad
en esos instantes Jepsiva abraza
a Phoebe y la besa con ternura de madre
pero al minuto siguiente su júbilo
se retrai y palidece
al final Phoebe le pregunta
qué es lo que tanto le preocupa
pero Jepsiva le dice que ya llega
se escuchan pisadas en el pasillo
del piso de arriba
el invitado que se aproxima
se detiene ante el tramo de escalones
antes de iniciar el descenso
o tres paradas en su recorrido
y vuelve a detenerse al llegar abajo
como si se detuviera a mirar a su alrededor
Jepsiva con las manos
fuertemente entrelazadas
se queda mirando la entrada
entonces Phoebe ve a un personaje
anciano con una vestimenta antiguada
la expresión de su rostro
parece temblar, destellar
y prácticamente consumirse
para volver a reavivarse después
el hombre saluda a Phoebe
es voz a un intento de reverencia
es Clifford Pinchon
que acaba de salir de la cárcel
el hermano de Jepsiva
Phoebe observó
que la persona que tenía delante
era el modelo original de la hermosa miniatura
que su prima Jepsiva tesoraba
al observarlo
se entendía mucho mejor que el alma del hombre
debía de haber sufrido alguna terrible injusticia
en su experiencia mundana
estaba y sentado con un tenuevelo
de decadencia entre el mundo y él
a través del cual
bastante y a intervalos fugaces
se vislumbraba la misma expresión
tan refinada
tan tenuemente imaginativa
que Malvom dándole un toque de felicidad
con tímido atrevimiento
había impreso en el retrato
Jepsiva le dice a su hermano que allí
no hay más que amor
que está en casa
y Clifford reacciona con una sonrisa
que no logra iluminar del todo su rostro
desayuna con voracidad
y se olvida de sí mismo
y de todo cuanto lo rodea
luego Phoebe le habla del jardín
y Clifford parece relajarse
y disfrutar hasta que se escucha la campanilla
que avisa de que alguien ha entrado en la tienda
Clifford se asusta
hasta que Jepsiva se lo explica
entonces Clifford le pregunta
si son tan pobres
y al final se queda dormido placidamente
La casa de los 7 tejados
está llena de oposiciones
y contrastes entre la luz del sol
y la luz de la luna
y la sombra
La luz del sol es
o bien la luz dura y clara del mundo práctico
despiadado, metódico
e insaciable de los hechos
los negocios y la política
o bien la luz alegre y redentora
del mundo práctico y doméstico de los hechos
y la vida diaria y corriente
En los escritos de Hawthorne
el mundo del sol y del día
es el mundo de la sociedad y de lo práctico
a veces redentor
y a veces destructor
La sombra representa
la atmósfera del mundo invisible del mal
del pasado
y de los recovecos ocultos del corazón
La propia casa de los 7 tejados
se describe como un corazón
o bien es el mundo de la creación artística
que aísla al artista de la sociedad
Aquella mañana
Phoebe en la tienda recibe la visita
del juez Pinchon que se muestra muy amable con ella
y luego se dirige a la puerta
que comunica la tienda con la casa
para entrar a ver a Jepsiva
pero el juez entra de todas formas
Le dice a Jepsiva que se alegra
de que Clifford haya vuelto
y que ahora ella tiene algo por lo que vivir
y le dice que quiere ver a Clifford
Jepsiva le contesta
con un estremecimiento en la voz demasiado doloroso
para permitirle pronunciar demasiadas palabras
que no puede recibir visitas
El juez dice
que él es de la familia y no una visita
pero la anciana sigue negándose
Mujer, estalló el juez
y dio rinda suelta a su resentimiento
Andate con cuidado Jepsiva
Andate con cuidado
Clifford está al borde de un abismo oscuro
como jamás le ha guardado
¿Pero por qué hablo contigo siendo mujer como eres?
Déjame pasar, tengo que ver a Clifford
Jepsiva ocupa con toda su escuálida figura
el umbral de la puerta
y da la impresión de que su masa aumenta
adquiere un aspecto de lo más terrible
porque tiene el corazón inundado
de terror y agitación
pero entonces se escucha la voz aterrorizada
de Clifford pidiendo a su hermana
que te rodilla ante el juez y le ves a los pies
y pide piedad a gritos
en ese instante el juez cambia de actitud
dice que tal vez no sea el mejor momento
para ver a Clifford y se marcha
a lo largo de duros años
Jepsiva ha anhelado vivir tal
y como lo hace en ese momento
no ha pedido nada a la providencia para sí misma
más que la oportunidad de dedicarse
con devoción a su hermano
a quien ha amado tanto y por quien ha conservado
toda su fe
ahora no está dispuesta a que nadie lo estrope
se ocupa de su hermano con amor
y con dedicación
la presencia de Phoebe también hace
que día a día Clifford vaya mejorando
porque una personalidad como la de Phoebe
influye a cuanto la rodea
la presencia de Phoebe y la proximidad
de su frescura a la existencia
de Crepita del anciano eran
cuanto éste necesitaba
ella no era una realidad para Clifford
sino la representación de todo cuanto
le había faltado en esta tierra
y que había sido traído amablemente hasta su hogar
que él lo asimilara
los domingos después de que Phoebe vaya a la iglesia
celebran una humilde y sobria
reunión en el jardín
además de Clifford, Hephsyba y Phoebe
se suman dos invitados al grupo
uno de ellos es el daguerrotipista
Holgrave, el otro es el venerable
Tio Banner
el daguerrotipista ha relatado a Phoebe
parte de su historia personal
pese a todas las vicisitudes personales
Holgrave jamás ha perdido su verdadera identidad
pese a haber sido un sintecho
ha sido fiel a sus principios
Phoebe concede al artista su concianza
aunque a veces le auyente la sensación
de que las normas del artista
difieren mucho de las suyas
el joven también demostra
interés por Phoebe y un día le lee
una historia que ha escrito para una revista
curiosamente es la historia de Alice Pinchon
que había sufrido alguna
misteriosa y horrible calamidad
y se había quedado muy delgada
y pálida, poco a poco
había ido consumiéndose
hasta desaparecer de este mundo
La mañana del día subsiguiente
Phoebe fue vista
con sus hombres y to de paja
un chal sobre un brazo y un pequeño maletín en el otro
despidiéndose de Hepsiba
y del primo Clifford
iba a ocupar un compartimiento en el siguiente
tren de pasajeros que la dejaría sólo
10 kilómetros de su pueblo natal
Phoebe tenía los ojos anegados en lágrimas
una sonrisa
llorosa por el afectuoso pesar
brotó temblorosa en sus comisuras
Pasan varios días en los 7 tejados
bastante pesados y monótonos
El pobre Clifford
ve cortado su pobre suministro
de recursos para la diversión
sin Phoebe
Y Hepsiba parece no sólo poseída
por el viento del este sino ser
una característica más de ese tiempo
gris y deprimente
Hasta que una mañana se oyen unas pisadas
que cruzan el umbral y unos pasos decididos
que avanzan hacia el interior
desde la tienda
Pinchon
Lo primero que le dice a Hepsiba es que se equivoca
en mantener a su hermano tan encerrado
y le vuelve a pedir verle
Hepsiba se vuelve a negar
El juez le dice que es injusta con él
que bastante duro fue para él meter a Clifford
en la cárcel siendo como era su amigo de la infancia
pero que no podía hacer otra cosa
Pero esas palabras no engañan a Hepsiba
que le dice que él odia Clifford
y que alberga a algún oscuro
propósito contra él en su corazón
El juez le contesta
que tiene el propósito de ver a Clifford
que él ha sido quien le ha liberado
y que también decidirá si sigue o no en libertad
y para eso tiene que hablar con él
Hepsiba no lo puede creer
le dice que seguro que hay algo más
y al fin
el juez se lo cuenta
La cuantiosa
incuestionable riqueza de mi tío
ni la mitad
ni un tercio como tengo el pleno convencimiento
Era evidente después de su muerte
Ahora tengo sobradas razones para creer
que tu hermano Clifford puede darme una pista
de cómo recuperar lo que queda
Hepsiba le contesta
que eso es imposible, que Clifford no guarda
ningún secreto y le pregunta cuál sería
el objetivo de Clifford al ocultarlo
durante tanto tiempo
El juez dice que porque le considera su enemigo
pero que ha llegado el momento en que debe desvelarle
el secreto y si se niega a hacerlo
le recluirá para el resto de sus días
en un asilo para enfermos mentales
Hepsiba le suplica
y trata de convencerle pero el juez no cede
sigue a su prima hasta el salón
y avanza con decisión hacia el amplio
y vetusto sillón donde muchos antiguos
Pinchon han encontrado sosiego
entre sus anchos brazos
Allí se sienta mientras Hepsiba va a buscar a Clifford
El juez
saca el reloj del bolsillo del cháleco
y lo mantiene en la mano como si quisiera medir
el intervalo de tiempo que transcurre
antes de la aparición de Clifford
A Hepsiba a casa jamás le había aparecido
tan lúbre como en el momento
en que se dispuso a cumplir con esa
desdichada petición
La vivienda tenía un aspecto extraño
Mientras avanzaba por los pasillos
desgastados por las pisadas
iba abriendo, abstraída
una puerta tras otra
y mientras ascendía por la ruidosa escalera
iba mirándolo todo con nostalgia
A su mente inquieta no le habría
resultado asombroso que detrás de ella
se hubiera oído el roce
de las vestiduras de los muertos
ni que en el rellano del piso siguiente
hubieran estado esperándola
seres de pálidos rostros
Pero cuando llega a la habitación
de Clifford y llama la puerta
Clifford no contesta y cuando ella abre la puerta
ve que Clifford no está
piensa que ha oído y que estará sólo en las calles
el horror que le provoca esa ocurrencia
es demasiado para ella
incluso el juez Pinchon tendrá que ayudar la hora
baja la escalera a toda prisa
el tiempo que grita que Clifford se ha ido
pidiendo ayuda abre de golpe la puerta de la sala
no puede distinguir con precisión
la figura del juez al fondo
pero no parece haberse movido en absoluto
no le contesta a pesar de los gritos
de Hepsiva en ese instante
en el umbral de la sala
desde el interior de la misma aparece Clifford
su rostro luce una palidez
prodigiosa de hecho
está tan blanco que pese a la oscuridad
del pasillo Hepsiva es capaz
de distinguir sus rasgos
como si hubiera una luz que se proyectara
sobre ellos de forma exclusiva
señala con un dedo hacia el interior
de la sala y lo agita ligeramente
Hepsiva teme que la ciaga
visita del juez haya vuelto totalmente
loco a su hermano le dice a su hermano
que no diga nada
que sea el que no diga nada
que puede hacer mejor
respondió Clifford con un gesto
más febril señalando la habitación
que acababa de abandonar
en cuanto a nosotros Hepsiva
ya podemos bailar
podemos cantar reír
jugar y hacer lo que nos venga en cana
el peso ha desaparecido
Hepsiva
abandonado este cansado y viejo mundo
y ahora podemos tener el corazón
tan aliviado como el de la pequeña Phoebe
y empieza a reír
mientras sigue señalando con el dedo
el objeto invisible para Hepsiva
que se encuentra en el interior del salón
al anciana le sobreviene
una repentina intuición sobre algo horrible
pasa a toda prisa junto
a Clifford y desaparece en el interior de la sala
aunque regresa casi de inmediato
con un grito ahogado en la garganta
mirando a su hermano con un gesto
interrogante y aterrorizado
se queda ante el temblando de pies a cabeza
le pregunta qué va a ser de ellos
vamos
esclamó Clifford con un tono
de decisión repentina
algo que no resultaba nada habitual en él
hemos estado aquí demasiado tiempo
dejémosle a la vieja casa
nuestro primo Jafe
en la cuidar bien
los dos hermanos se van a la calle
y dejan al juez Pinchon sentado
en la antigua casa de sus antepasados
solo e inmóvil
llegan a la estación y toman el primer tren
sin saber hacia dónde se dirigen
Clifford es otra persona, llena de energía
habla con todo el mundo hasta discute
con un pasajero sobre la vida
hasta que llegan a un solitario apeadero
donde los dos hermanos se bajan
cuando el tren se marcha
ambos miran asustados a su alrededor
un poco más allá del apeadero
hay una pequeña iglesia de madera ennegrecida
en el caso del tiempo
y en un penoso estado de ruina y decadencia
Clifford tiembla de pie a cabeza
la alocada efervestencia
de su estado de ánimo ha desaparecido por completo
en cuanto a su vitalidad
ha cumplido su cometido
el anciano empieza a sentirse hundido
el juez Pinchon
mientras sus parientes han salido yendo
con unas prisas tan desconsideradas
todavía se encuentra sentado en la antigua sala
vigilando la casa como suele decirse
en ausencia de sus moradores habituales
para el y para la venerable casa
de los 7 tejados
nuestra historia se aleja como un búho
apabullado por la luz del día
y regresa a toda prisa asunido
en el hueco de un árbol
ahora ya hace un buen rato
que el juez no cambia de posición
no ha movido ni una mano ni un pie
ni ha variado un milímetro su mirada fija
dirigida hacia un rincón de la habitación
sostiene su reloj
en la mano izquierda
aunque agarrado de tal forma
se oye el tiktak de su reloj
pero no su respiración
el juez no puede estar dormido
porque tiene los ojos abiertos
y así llega la noche
con una gran tormenta
al día siguiente el tío vener
que va empujando una carretilla
es la primera persona que inicia su actividad
en el vecindario
se extraña de que la tienda esté cerrada
llama y nadie contesta en la casa
despierta a Holgrave que dice que en la casa
no debe haber nadie
menos al juez pincheón
usmeando por la grieta de la persiana
el carnicero ve la puerta interior
casi abierta del todo
vislumbra algo por el pasillo
que conduce a la sala
le parece poder distinguir con bastante claridad
las piernas fornidas
dentro de unos pantalones ajustados de color negro
de un hombre sentado
en un gran sillón de madera de roble
cuyo respaldo oculta el resto del cuerpo
un carruaje de pasajeros
apareció por la calle
se detuvo bajo el olmo pincheón
el cochero bajó un baúl
una bolsa de lona y una sombrerera
del porta equipaje del vehículo
y dejó el cargamento en la escalera
de entrada de la vieja casa
asomaron por la puerta de la calesa
un sombrerito de paja y a continuación
la hermosa figura de una joven era Phoebe
Phoebe se queda muy sorprendida
por ver todo cerrado
y que nadie conteste a la llamada
intenta abrir primero la puerta de la tienda
se dirige luego hacia el gran portal
de los recursos se le ocurre acceder a la mansión por el jardín
la puerta que comunica la casa con el jardín
se abre gracias al ejercicio
de una fuerza considerable de alguien
que se encuentra en el interior
la puerta no se abre del todo
pero sí lo suficiente para que la joven pueda entrar de lado
se encuentra con Hallgrave
se cogen las manos
el artista está más pálido que de costumbre
le dice que no puede alegrarse de su vuelta
porque se reencuentran en un momento extraño
le cuenta que Hepsiba
y Clifford han desaparecido
Phoebe dice que ha debido suceder algo terrible
y que debe ir corriendo a ver qué es
no no Phoebe
exclamó Hallgrave al tiempo que la retenía
ha ocurrido lo que te he dicho
se han marchado y no sé adónde
en realidad ha sucedido algo terrible
pero no a ellos
ni tampoco de lo que sin duda estoy convencido
por nada que ellos hayan hecho
debe ser fuerte e inteligente
porque yo estoy muy confuso
y necesito tu consejo
quizás seas tú quien sugira
cuál es la acción correcta que llevar a cabo
Phoebe le pide por favor
que le cuente lo que ha pasado
y el artista duda un instante
le parece casi una maldad darle a conocer
el horrible secreto de la hier
es como llevar la espantosa silueta de la muerte
a un espacio pulcro y alegre ante el fuego
del hogar
le enseña un daguerrotipo del juez
que acaba de hacer hace sólo media hora
el juez está muerto
le cuenta que anoche al regresar a su solitario apartamento
se dio cuenta de que no había luz
ni en la sala ni en la habitación de Hepsiva
ni en la de Clifford
y de que tampoco se oía ni un paso en toda la casa
esta mañana reinaba la misma calma total
desde su ventana
o yo decir a una vecina que había visto a Hepsiva
y a Clifford abandonar la casa
el día anterior en plena tormenta
una profunda intuición
de que había ocurrido alguna catástrofe
o que se había consumado algo horrible
me ha empujado a abrirme paso hacia esta parte
de la casa
donde he descubierto lo que acabas de ver
a modo de prueba
que pueda ser le útil a Clifford
y también como valioso recordatorio para mí
porque Phoebe
existen extrañas razones hereditarias
que me relacionan con el destino de ese hombre
he utilizado los medios a mi alcance
para captar este documento pictórico
sobre la muerte del juez Pincheón
Phoebe le pregunta
por qué no ha abierto las puertas de par en par
para llamar a otros testigos
y Hallgrave le dice que deben pensar
que es lo mejor para Clifford y Hepsiva
su desaparición es una fatalidad espantosa
y su vida suscitará
las peores conjeturas posibles sobre lo ocurrido
pero que conociéndoles seguro
que abrumados y aterrorizados por el parecido
de esa muerte con otra anterior
que fue presenciada por Clifford
con consecuencias tan desastrosas para él
no se les ha ocurrido otra cosa
que desaparecer de la escena
y le dice que si la cuestión se analiza con justicia
y se interpreta con realismo
debe resultar evidente que el juez
Pincheón tuvo un final así por motivos razonables
que esa forma de morir
ha sido algo relacionado con la idiosincrasia
de su familia durante generaciones
no se ha dado muy a menudo
pero cuando así ha sido afectado individuos
de la edad del juez que se encuentran
bajo la presión de algún dilema mental
o durante un absceso de ira
seguramente
la profecía del viejo Maul
se basaba en el conocimiento de esa predisposición
física característica de los Pincheón
ahora bien
existe una similitud casi identica
de las circunstancias relacionadas
con la muerte acontecida ayer
y la descripción de la muerte del tío de Clifford hace 30 años
y Holgrave
le dice a Phoebe que está seguro de que alguien
propició las pruebas que metieron a Clifford
en la cárcel tras esa muerte
y que quien las preparó
fue el mismo hombre que ahora está sentado en la sala
su propia muerte
tan parecida al anterior
parece el mismísimo azote de Dios
pero convierte a Clifford en completo inocente
lo malo es que la huida
distorsiona todo
Phoebe dice que no puede ocultarlo ocurrido ni un minuto más
cree que es algo horrible tenerlo albergado
en sus corazones que Clifford es inocente
y Dios lo pondrá de manifiesto
que deben abrir las puertas y convocar a todo el vecindario
para que sea testigo de la verdad
Holgrave le dice que tiene razón
todas las circunstancias de esa situación
parecen unirlos
son como dos niños que avanzan agarrados de la mano
muy juntos por un pasillo cubierto
de sombras
la imagen de la espantosa muerte
los mantiene unidos por la cerrea presión
con la que el joven agarra Phoebe de la mano
esas circunstancias
aceleran el afloramiento de emociones
que de otra manera
tal vez nos hubieran manifestado
puede que no volvamos a experimentar
un momento como este en toda la vida
exclamó Holgrave
Phoebe
es todo fruto del terror
solo sientes miedo
es que no eres consciente como yo de lo que convierte
a este instante en el único que vale la pena vivir
no puedes ni imaginarte Phoebe
como ha sido esto para mí antes de que tú llegaras
pero Phoebe
tú has entrado por esa puerta
y la esperanza, la calidad y el júbilo
han entrado contigo
el momento de oscuridad se ha convertido de inmediato
en un instante de dicha
no pude evitar expresarlo de viva voz
te amo
Phoebe le dice que tiene miedo
acercándose a Holgrave
y él le dice que tiene el presentimiento
de que a partir de ahora su misión consistirá
a los hombres, levantar vallas
y construir una casa para otra generación
y que el aplomo de Phoebe
será más poderoso que cualquiera de sus variables
tendencias
y le pregunta si le ama
Phoebe le contesta que él ha visto el interior
de su corazón y que ya sabe que le ama
y en ese preciso instante tan lleno de dudas
y de horror y de amor
en que se produce el milagro
sin el que cualquier existencia humana
sería como una espacio en blanco
la dicha que lo convierte todo en verdadero
hermoso y sagrado
brilla en torno de aquel joven y aquella dama
no eran conscientes
de la presencia de nada triste ni antiguo
habían transfigurado la tierra
y habían vuelto a convertirla
en el jardín del edén
y eran ellos sus dos primeros habitantes
el hombre muerto
tan próximo ambos cayó en el olvido
de pronto Phoebe escucha que hay alguien
en la puerta de entrada
escuchan unas pisadas en un pasillo más alejado
la puerta tiene que haber sido abierta desde fuera
son pisadas delicadas como de alguien
débil o cansado
también se oye el ruido entre mezclado de dos voces
conocidas
son Clifford y Hepsiba
cuando Phoebe sale corriendo a su encuentro
Hepsiba rompe a llorar
la muerte repentina de un miembro
tan destacado del panorama social como el honorable
juez Jaffrey Pinchon
provocó una sensación al menos
en los círculos más próximos al difunto
que difícilmente se había mitigado 15 días después
cuando se comprendió
gracias a las más elevadas autoridades profesionales
que la suya
había sido una muerte natural
y en absoluto, inusual
salvo por algunos detalles sin importancia
que eran prueba de dios incrasia familiar
la opinión pública
con su acostumbrada prontitud
se dispuso a olvidar que había vivido entre ellos
aunque se propaga
una corriente oculta de rumores
es curioso que la muerte de un hombre de Alos
es una idea más certera
de la personalidad del difunto
la muerte es un acontecimiento tan genuino
que elimina la falsedad
las habladurías hacen referencia
a las cuestiones relacionadas con un hecho pasado
el supuesto asesinato
del tío del difunto
acontecido hace 30 o 40 años
la opinión médica descarta
casi por completo la idea del asesinato
hay circunstancias que indican de modo irrefutable
que alguien tuvo acceso
a los aposentos privados del viejo Pinchon
en el momento de su muerte
que había sido registrada
faltaba dinero y objetos de valor
se veía la huella ensangrentada
de una mano sobre la ropa del anciano
y tras un proceso de relación
de hechos mediante las pruebas circunstanciales
la autoría del robo y aparente asesinato
había recaído sobre Clifford
quien por aquel entonces
residía con su tío en la casa de los 7 tejados
pero hay otra teoría
según esta versión
de la historia de Clifford
la historia de Clifford
según esta versión de la historia
el juez Pinchon fue en su juventud
un gran hoja de cuidado
esta conducta había acabado con el afecto
que sentía el anciano soltero
que otra hora tenía su sobrino en muy alta estima
ahora se asegura
que una noche el joven se dejó
tentar por el diablo y registró los cajones
privados de su tío
a los que tenía una forma insospechada de acceso
fue sorprendido por el viejo
y la sorpresa de tal descubrimiento
la agitación que sintió el viejo
la alarma y el horror
provocaron el obsceso de una afección
para la que tenía una predisposición hereditaria
fue como si se ahogara con su propia sangre
cayó el suelo
y se golpeó violentamente en la si encontró una esquina de la mesa
el futuro juez Pinchon
siguió registrando los cajones
y encontró un testamento de fecha reciente
donde el viejo testaba a favor de Clifford
el juez lo destruyó
y encontró otro
más antiguo en el que se testaba su favor
que se ocupó de conservar
solo le faltaba implicar a Clifford
en la muerte
dejemos descansar al juez
sin haberlo llegado a saber
se había convertido en un hombre sin descendencia
mientras luchaba por aumentar
la cuantía de su herencia para su único hijo
menos de una semana después de su muerte
uno de los barcos de vapor de la compañía Cunard
trajo la noticia de la muerte
del hijo del juez Pinchon
quien había contraído el coler
justo en el momento de embarcarse con rumbo
a su tierra natal
por la causa de esta desgracia
Clifford y Hepsiva heredan todos los bienes del juez
son ricos
la herencia también beneficia a Phoebe
y a través de ella
a ese enemigo de la riqueza
y de cualquier forma de conservadurismo
que es Holgrave
el bienestar que necesita Clifford
es la tranquilidad del olvido
no existe reparación posible
pero el impacto de la muerte del juez Pinchon
tiene un efecto revitalizante y beneficioso
para Clifford
que es un experiente de su energía pasada
y es feliz
muy poco después del giro
que dio a sus vidas la fortuna
Clifford, Hepsiva y la pequeña Phoebe
con la aprobación del artista
decidieron mudarse de la antigua
y triste casa de los 7 dejados
y convertir en su residencia por el momento
la elegante casa de campo
del difunto juez Pinchon
antes de dejar la casa de los 7 dejados
Clifford dice que
siempre que mira el cuadro del coronel Pinchon
evoca un recuerdo que le obsesiona como en sueños
aunque siempre se mantiene alejado
de su parte consciente
y es que hay un resorte secreto
tras él
Holgrave lo sabe, se dirige hacia allí
y lo aprieta, el retrato con Marco
y todo se desprende de la pared
y cae boca abajo al suelo
queda a la vista un hueco en el que se ve
un objeto cubierto por un siglo de polvo
es un pergamino doblado
que concede al coronel Pinchon
y a sus herederos con carácter vitalicio
de esta extensión del territorio en el este
Phoebe le pregunta a Holgrave
por qué lo sabía
Mi queridísima Phoebe
respondió Holgrave
¿Qué te parece adoptar el apellido
Maul?
En cuanto al secreto
es la única herencia que he recibido de mis antepasados
deberías haber sabido antes
pero es que tenía miedo de que te marcharas
que en este largo teatro
de injusticias y compensaciones
yo represento al viejo hechicero
y seguramente soy mucho más brujoso de lo que
lo fui jamás
el hijo del ejecutado Matthew Maul
mientras construí esta casa
aprovechó la oportunidad
para abrir ese hueco en la pared
y ocultar la escritura india de la que dependía
el inmenso territorio de los Pinchon
Invitan al tío Benner
a que se vaya con ellos a la casa de campo
una sencilla aunque hermosa
calesa de color verde oscuro
se detiene delante del ruinoso portal
de la vieja mansión
el grupo se aproxima al vehículo
y con salvedad del bueno del tío Benner
que partirá unos días más tarde
proceden a ocupar sus asientos
van charlando todos juntos
y riendo se animosamente
durante todo ese tiempo
el pozo de Maul
pensé haber quedado abandonado
dibujaba en el aire una sucesión
de formas kaleidos cópicas
en las que un observador ha besado
podría haber visto las futuras alegrías
descendientes del legendario chifero
y de la joven pueblerina
sobre quien había lanzado las hechizadas redes
de su amor
el Olmo, revestido con el follaje
que los vientos de septiembre habían inultado
susurraba profecías
ininteligibles
y el sabio tío Benner
mientras se alejaba con paso cansino
del ruinoso porche
creyó ir una suave melodía
imagino que la dulce Alice Pinchon
tras presenciarlo acontecido
parecido el horror
y había llegado la felicidad para sus parientes mortales
había interpretado por última vez
al clavicembal su júbilo espiritual
al tiempo que ascendía
flotando hacia los cilos
desde la casa de los 7 tejados
y así les hemos contado
la casa de los 7 tejados
de Nathaniel Hawthorne
hemos seguido la edición
de la editorial Penguin Clásicos
con traducción de verónica canales
con traducción de Milton Stern
de la que hemos citado varios fragmentos
gracias por estar ahí
y gracias por leer un libro
una hora en la cadena ser
un programa escrito y dirigido
por Antonio Martínez Asensio
con la voz de Eugenio Barona
y la participación
de Olga Hernan Gómez
diseño sonoro de Mariano Revilla
edición y montaje de sonido
de Pablo Arevalo
y en las redes Laura Martínez Pérez
suscríbete a un libro una hora
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te tenemos un secreto
saber que vas a empezar tu día
con desayuno de McDonald's
hará que tu alarma deje de sonar así
y empiece a sonar así
despierta feliz
tu sausage McMuffin 9D
con salchicha caliente, queso derretido
y huevo viene al doble
dos por solo 5.50
precios y participación pueden variar
producto individual a precio regular
no puede ser combinada con ninguna otra oferta o campo mío
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Nathaniel Hawthorne (1804-1864) es uno de los grandes escritores norteamericanos del siglo XIX. Entre sus obras destacan el conjunto de cuentos 'Musgos de una vieja rectoría', 'La letra escarlata', 'El libro de las maravillas para chicas y chicos' y el maravilloso relato 'Wakefield'. 'La casa de los siete tejados' se publicó en 1851.