Un Libro Una Hora: 'Los viajes de Gulliver', una sátira política divertidísima
Cadena SER 5/28/23 - Episode Page - 55m - PDF Transcript
Bienvenidos al podcast de Un Libro Una Hora, en este episodio os vamos a contar los viajes
de Gulliver de Jonathan Swift. Jonathan Swift nació en 1667 y murió en 1745. El genio satírico
de Swift no se hace patente solo en los viajes de Gulliver, sino también en otros muchos de
sus escritos polémicos, como la célebre Modesta Proposición para acabar con los niños pobres
irlandeses por el simple método de comérceros. Público los viajes de Gulliver en 1726, hace
casi 300 años. Es una sátira política brutal y divertidísima, estructurada como un libro de
viajes nos lleva hasta lugares que ya forman parte de nuestra cultura, pero también trata sobre cómo
encontrarse a sí mismo mientras intenta uno perderse en su mundo de fantasía. Vamos allá.
Mi padre poseía una pequeña hacienda en el condado de Nottingham. Yo era el tercero de sus
cinco hijos. Cuando tuve 14 años me envió a Emanuel, colegio universitario de Cambridge,
donde residí por espacio de tres años, consagrado enteramente a mis estudios.
El joven Gulliver entra como aprendiz del señor Bates, eminente cirujano londinense para pagar
su manutención, y con él permanece cuatro años. El dinero que le envía a su padre lo invierte en
aprender navegación. Así entra como cirujano en un barco donde está tres años y medio,
efectuando un par de viajes al Mediterráneo oriental y a otros diversos lugares. A sus
regresos se establecen Londres y se casa con la señorita Mary Barton. Recibe un adote de 400 libras.
Es cirujano en dos barcos sucesivamente y durante seis años viaja varias veces a las
Indias Orientales y Occidentales. Empleaba mis horas libres en la lectura de los autores
antiguos y modernos de primera línea, pues siempre disponía de un buen número de libros,
y cuando estaba en tierra observaba las costumbres y forma de ser de la gente,
ella aprendía su lengua, para lo que gracias a una memoria feliz tenía gran facilidad.
Tres años después acepta una oferta de un capitán para enrolarse en su barco y viajar a
los mares del sur. Zarpan el 4 de mayo de 1699. Todo va bien al principio, pero una violenta
tempestad les arrastra hacia el noroeste hasta que se estrella contra un arrecife. Gulliver,
junto a seis hombres, se salvan y se alejan en un bote hasta que una ráfaga del norte vuelca
la embarcación. Ignoro la suerte que corrieron mis compañeros, los que se aferraron al escollo,
los que permanecieron a bordo del barco, pero deduzco que todos perecieron. Por mi parte
nadé, mientras el viento y la marea me arrastraban, según el destino, me dio a entender.
De pronto se da cuenta de que hace pie. Camina casi media milla antes de llegar a la orilla,
sin descubrir vestigio alguno de viviendas o personas. Ha llegado a las costas de Liliput.
Cuando llega se echa en la hierba, que es muy corta y suave y se queda dormido profundamente.
Duerme más de nueve horas, cuando se despierta, está amaneciendo. Intente levantarme, pero no
lo conseguí. Me hallaba tumbado de espaldas y mis brazos y piernas, junto con mi larga y abundante
cabellera. Estaban fuertemente amarrados al suelo por ambos lados. Noté también varias pequeñas
ligaduras por todo mi cuerpo, desde las axilas hasta los muslos. Oye, un ruido confuso a su alrededor
y al rato siente que algo vivo se mueve por su pierna izquierda y avanza suavemente hacia el
pecho, hasta casi la altura de la barbilla. Cuando Gulliver baja los ojos tanto como puede, ve una
criatura humana de unos 15 centímetros de altura, con un arco y una flecha en las manos. 40 pequeños
hombrecillos le siguen. Estaba tan asombrado que lancé un fuerte rugido que les hizo retroceder de
pavor. Algunos, como después me refirieron, sufrieron heridas a causa de la caída al saltar
de mis costados al suelo. Sin embargo, pronto volvieron. Uno de ellos se atrevió a llegar hasta
donde podía divisar toda mi cara y, levantando las manos y abriendo los ojos con sorpresa,
gritó con voz chillona pero clara. ¡Ay, quina de Gull! Gulliver intenta desatarse y logra romper
las ataduras del brazo izquierdo. En ese momento recibe una lluvia de flechas que se clavan en la
palma de la mano de Gulliver como agujas. Cada vez hay más gente y cada vez disparan más flechas y
hasta lanzas, aunque a Gulliver no le hacen daño resulta incómodo. Pero entonces ocurre algo que
cambia las cosas. Sobre una plataforma donde caben cuatro personas de su tamaño, un hombre que parece
de alta alcurnia se dirige a los demás. Inmediatamente, todos sueltan las ataduras que impiden a la
cabeza moverse. El hombre se dirige a Gulliver adoptando todas las actitudes oratorias posibles.
Gulliver contesta con unas breves palabras y en tono sumiso.
Como estaba muerto de hambre, pues no había probado bocado desde algunas horas antes de
abandonar el barco y mis necesidades eran tan acuciantes, no pude por menos que mostrar mi
paciencia, quizá en contra de las normas estrictas de educación, metiéndome frecuentemente un dedo
en la boca dando a entender qué quería comer. El gran señor manda entonces que por medio de
unas escaleras apoyadas en los costados de Gulliver suban un centenar de personas y vayan hasta
su boca cargadas con cestas repletas de carne. Gulliver nota carne de diferentes animales,
a cada bocado enguye varias espaldillas, piernas y lomos de cordero, aparte de tres barras de pan
del tamaño de balas de mosquete. Luego le dan de beber vino en odres que Gulliver vacía de un trago.
Después de comer, le desatan. 500 carpinteros e ingenieros se ponen a trabajar para construir
una máquina capaz de trasladar a Gulliver hasta la ciudad. El emperador de Lilliput y toda su corte
salen a recibirle. Va a vivir en un antiguo templo. Los cerreros del rey han hecho 96 cadenas que fijan
a la pierna izquierda de Gulliver con 36 candados. Cuando Gulliver puede levantarse, se le va un
clamor entre la gente. Una vez levantado miré a mi alrededor y tengo que confesar que jamás había
contemplado una vista tan encantadora. El país parecía un jardín ininterrumpido,
cuyos campos parcelados, en su mayoría de 40 pies cuadrados, daban la impresión de ser parterres
de flores. Entre los campos se intercalaban bosques de una extensión de un cuarto de acre y por lo que
podía observar, los árboles más altos medían siete pies. Observé la capital a mi derecha. Parecía
el decorado de una ciudad en un teatro. El emperador de Lilliput habla con Gulliver que le
responde, aunque ninguno de los dos se entiende ni una palabra. La noticia de la llegada de Gulliver
se extiende rápidamente por todo el reino y atrae a multitud de ricos, perezosos y curiosos,
de modo que en seguida los pueblos se quedan casi sin gente hasta que el emperador dicta las
órdenes necesarias para remediar esa situación. El emperador mantiene reuniones frecuentes para
decidir el futuro de Gulliver. Existe gran preocupación en la corte porque los costes de
su manotención pueden ocasionar una oleada de hambre. Se crea de hecho un impuesto imperial para
que todos los pueblos en 900 yardas a la redonda de la ciudad entreguen todas las mañanas seis
bueyes, 40 ovejas y otros víveres para mantener a Gulliver. Todo ello acompañado de una cantidad
proporcional de pan, vino y otras bebidas. Suit pudo haberse planteado escribir los
viajes de Gulliver en la fecha tan temprana de 1713. En aquel momento, a pesar de haber nacido
y crecido en Dublín, se encontraba en Inglaterra y estaba involucrado en política, al lado de
los ministros conservadores que controlaron el parlamento entre 1710 y 1714. Cuando el gobierno,
a quien rindió servicio, estaba a punto de caer, volvió a Irlanda. Como recompensa a sus
servicios y aún muy lejos de lo que le esperaba, fue nombrado de Anne de la Catedral de San Patricio
de Dublín en 1714. Trabajó en Gulliver en Irlanda más o menos entre 1721 y 1725 y la publicó en
1726. Esta obra al ser ficción le proporcionó a Swift un medio artístico más seguro, a través
del cual pudo reflexionar sobre su etapa de implicación política.
En unas tres semanas efectué grandes progresos en el aprendizaje de su idioma. Mientras lo aprendía,
el emperador solía visitarme y ayudaba a complacir a mis maestros. Nos empezamos a entender algo y lo
primero que aprendí fue a pedirle mi liberación, cosa que siempre hacía de rodillas. Me pareció
entender en sus palabras que debía ser cosa de tiempo, que además era impensable sin la opinión
de su consejo y que primero debería lumos que el minpeso desmarlo en empozo, es decir, jurar la paz
con él y su reino. El acuerdo que firma Gulliver dice que el hombre montaña no saldrá de los
dominios del emperador sin una licencia, que no entrará en la capital sin una orden expresa,
que deberá tener gran cuidado de no pisotear a nadie ni cogerá entre sus manos a ningún súbdito
sin su consentimiento, que si un envío requiere una urgencia extraordinaria, el hombre montaña
deberá llevar en su bolsillo al mensajero. Deberá ser un aliado contra sus enemigos en la isla de
Blefuscu y esforzarse en destruir su flota. Y en el plazo de dos meses deberá entregar un informe
exacto de la circunferencia periférica de los dominios del emperador, contando sus propios pasos
a lo largo de las costas. Mi primera petición en cuanto obtuve la libertad fue que se me concediera
permiso para visitar Mildendo la capital. El emperador accedió sin dificultad, pero me recomendó
en especial que no hiciera daño ni a los habitantes ni a sus viviendas. La gente se enteró por un
bando de que yo tenía interés en visitar la ciudad. Una mañana, unos 15 días después de haber sido
liberado, Rell Dresal, el secretario de Estado para Asuntos Privados, va a visitar a Gulliver. Le
cuenta que están bajo el influjo de dos poderosos males, una facción violenta en el interior,
entre dos partidos denominados Tramexán y Islamexán. Unos llevan tacones altos y otros llevan tacones
bajos en sus zapatos. Se dice que los tacones altos están más de acuerdo con la antigua
Constitución, pero su majestad ha determinado emplear solo a los tacones bajos en la administración
del gobierno. La animosidad entre estos dos partidos llega al extremo de no comer ni beber
juntos y de ni siquiera hablarse. Su altezo imperial, el heredero, tiene propensión hacia los tacones
altos y uno de sus tacones, de hecho, es más alto que el otro, lo que le hace cogear un poco al andar.
Por otra parte, está el peligro de una invasión desde el exterior, por parte del mayor enemigo,
un enemigo muy poderoso. En medio de estas inquietudes internas nos amenaza una invasión desde la isla
de Blefuscu, que es el otro gran imperio del universo, casi tan extenso y poderoso como el de
Su Majestad, porque por lo que se refiere a vuestras afirmaciones, a saber que existen reinos y
estados en el mundo habitados por seres de vuestro tamaño, nuestros filósofos albergan serias
dudas y más bien suponen que habéis bajado de la luna o de una de las estrellas, porque, sin duda,
cien mortales de vuestro tamaño destruirían en poco tiempo todos los frutos y rebaños de los
dominios de Su Majestad. Liliput y Blefuscu están ensarzados en una encarnizada guerra desde hace
treinta y seis lunas, porque, si bien en todas partes, se admite que el modo original de cascar los
huevos para comérselos es hacerlo por el extremo más ancho, el abuelo de Su Majestad, cuando era
niño, se dispuso una vez a comer un huevo y al romperlo a la antigua usanza se cortó un dedo.
Antes de hecho, su padre, el emperador, publicó un edicto ordenando a todos sus súbditos que
rompieran los huevos por el extremo más estrecho, su pena de sufrir grandes castigos. Tan amal se tomó
el pueblo esta ley que por esta causa ha habido seis rebeliones a lo largo de la historia de Liliput,
fomentadas por los monarcas de Blefuscu.
En estos momentos han organizado una escuadra numerosa y se están preparando para atacarnos. Y su
Majestad Imperial, que ha depositado gran confianza en vuestro valor, me ha ordenado que os pusiera
el corriente de estos asuntos. Gulliver dice que como extranjero no debe inmiscuirse entre las dos
partes, pero que está dispuesto a defender al emperador de Liliput y al Estado contra cualquier
invasor. El imperio de Blefuscu es una isla ubicada al nord-nordeste de Liliput, separada
únicamente por un canal de 800 metros de ancho. Gulliver va hasta allí nadando una noche,
engancha la gran parte de la flota con unas cuerdas y vuelve con los barcos a Liliput.
Todos le aplauden, pero su Majestad quiere que capture y lleve al puerto al resto de la flota
enemiga porque solo quiere destruir a los exiliados favorables al extremo ancho y obligar a los
Blefuscuitas a romper el huevo por el extremo angosto. Gulliver procura disuadirle con numerosos
argumentos y dice que él nunca será el instrumento para esclavizar a un pueblo libre y valiente.
La sinceridad y franqueza de mi declaración era tan opuesta a los proyectos y la política de
su Majestad Imperial, que no me lo perdonó nunca. A partir de entonces se fraguó una intriga entre
su Majestad y una fracción de ministros maliciosamente inclinados contra mí y que estalló en menos de dos
meses y probablemente me habría aniquilado por completo. Qué poco pesan los grandes servicios
prestados a los príncipes cuando se contrapesan con la negativa a satisfacer sus pasiones.
Tres semanas después se presenta una solemne embajada de Blefuscu con humildes propuestas de paz.
Esta es ratificada con rapidez mediante un tratado en condiciones ventajosas para el emperador,
de Liliput. Gulliver pide autorización entonces para ir a visitar al monarca de Blefuscu a lo que
el emperador de Liliput accede con mucha frialdad. Pero poco después Gulliver tiene la oportunidad de
prestar a su Majestad un gran servicio. Una noche le despiertan repentinamente los gritos de una
multitud, los aposentos de la emperatriz en el palacio están ardiendo. Gulliver se levanta
enseguida y sale corriendo con mucho cuidado de no aplastar a nadie. No hay agua cerca, el palacio
arde. Gulliver podría haber amortiguado las llamas con su casaca, pero se la ha dejado atrás con las
prisas. La situación parece totalmente desesperada, pero entonces Gulliver tiene una idea.
La noche anterior había bebido abundantemente de un vino llamado Glimi Green que además es muy
diurético. Por la más feliz casualidad aún no lo había descargado en ningún lado. El calor de
las llamas y el esfuerzo que hice para sofocarlas hicieron que el vino empezara a obrar en la orina,
que vacienta al cantidad, que dirigido al chorro acertadamente sobre los puntos más críticos,
el fuego quedó en tres minutos totalmente apagado, evitándose así la destrucción de aquel edificio
que tanto siglos había costado erigir. Gulliver regresa a su casa sin esperar que el emperador
le felicite. Según las leyes fundamentales del reino, está prohibido orinar dentro del recinto
del palacio, pero recibe un mensaje de su Majestad diciendo que dará órdenes al primer magistrado
para que redacte el acta de perdón, Merced que Gulliver nunca obtiene. Se le informa en secreto
de que la emperatriz detesta tanto lo que ha hecho, que se ha trasladado al otro extremo del terreno
con el firme propósito de no reparar esos edificios y de no ocuparlos jamás. Parece que ha jurado
venganza. De hecho, se trama contra Gulliver una intriga secreta y antes de visitar al emperador
de Blefuscu le hacen llegar un acta de acusación que se ha redactado contra él y se entera de que
han decidido matarle de hambre. Gulliver decide entonces marcharse a Blefuscu, donde le reciben
con honores. Gulliver no es preminentemente una novela o un relato. En verdad pertenece a un
género literario más complejo, la sátira. Es una parodia de libro de viajes. Es notable la
influencia adquirida, tanto en la forma como en el espíritu, de una largalista de obras satíricas
que empieza en la antigüedad. Gulliver cumple con todos los tópicos característicos de este género
clásico. Se ríe de la vanidad en los deseos más comunes del género humano. Dinero, poder, fama,
longevidad, conocimiento, sobre todo el que no implica esfuerzo, belleza, etcétera. Como sucede
con la gran mayoría de este tipo de composiciones, no se puede afirmar precisamente que incita los
lectores a llevar una vida ejemplar. Tres días después de mi llegada, caminando por curiosidad
hacia la parte norte de la isla, observe cómo a media legua, amar adentro, algo que parecía un
bote volcado. Me quité los zapatos y las medias. Ibadeando doscientas o trescientas yardas, noté
que el objeto iba aproximándose por la fuerza de la marea. Y entonces vi claramente que era un bote
de verdad que supuse podría haber sido arrebatado de algún barco por un temporal. Gulliver consigue
reflotarlo y repararlo. No ha recibido aún ningún mensaje desde Lilliput, donde suponen que
Gulliver está de visita y pronto volverá, pero el emperador termina sospechando y envía a un
mensajero que dice que para mantener la paz y amistad entre ambos imperios, el emperador de
Lilliput espera que el emperador de Blefuscu dé órdenes de que se devuelva a Gulliver al Lilliput
atado de pies y manos para ser castigado como traidor. El emperador de Blefuscu, después de tres
días de consultas, envía una respuesta llena de numerosas cortesías y excusas. Gulliver decide
aventurarse en el océano antes de ser motivo de discordia entre dos monarcas tan poderosos.
Necesité el sebo de 300 vacas para calafatear el bote y para otros usos. Tuve que hacer esfuerzos
increíbles para cortar algunos de los mayores árboles a fin de fabricar remos y mástiles.
Aprovisioné el bote con un centenar de huelles y 300 ovejas, con el pan y vino correspondiente y
toda la carne en salazón que pudieron proporcionarme 400 cocineros. Me llevé seis vacas y dos toros
vivos, así como muchas ovejas y carneros con la intención de propagar la especie en mi país.
Me habría llevado de buena gana una docena de nativos, pero esto era algo que el emperador no
habría permitido de ningún modo. Zarpa el 24 de septiembre de 1701. Tres días después divisa
un velero que le recoge. Cuando el capitán le pregunta de dónde viene y Gulliver se lo cuenta,
el capitán le toma por un loco hasta que Gulliver saca del bolsillo las vacas y ovejas,
lo que le convence meridianamente de la veracidad de la historia. Durante el poco tiempo que permanece
en Inglaterra, Gulliver obtiene importantes beneficios al exhibir su ganado ante numerosas
personas de clase alta y, antes de empezar su segundo viaje, vende todo el ganado por 600 libras.
Sólo se queda dos meses con su esposa y su familia, porque su deseo insaciable de ver
países extraños no le permite continuar allí más tiempo. Se embarca en el adventure que se
dirige a Surat. Tiene viento muy favorable hasta el Cabo de Buena Esperanza, donde sufren
una vía de agua. Al cruzar el estrecho de Madagascar, una tormenta terrible les hace alejarse de su rumbo.
Finalmente, avistan tierra donde desembarcan. Gulliver llega a tierra y se pone a explorar el
terreno pedregoso y estéril. El desánimo empezó entonces a hacerme ella en mí y al no ver nada
con que saciar mi curiosidad, descendí lentamente de regreso en dirección a la insenada. Pero cuando
divise toda la zona y que los hombres ya habían embarcado en el bote y que remaban desesperadamente
hacia el barco y va a llamarles a gritos, pero de poco me habría servido, puesto que observe una
gigantesca criatura que caminaba tras ellos por el mar con todas rapidez. Gulliver sale corriendo y
asciende una empinada cuesta hasta llegar a una zona cultivada. Lo primero que le sorprende es la
altura de la hierba, que en esos terrenos, al parecer reservados para eno, sobrepasa los 6 metros.
La siega está próxima y el trigo alcanza por lo menos los 12 metros de altura. Gulliver tarda
una hora en cruzar todo el campo. Los árboles son enormes. Hay cuatro peldaños para pasar al
campo contigo y a Gulliver le resulta imposible ascender por ellos porque cada uno mide casi
dos metros de altura. Entonces vea uno de los habitantes en el campo del mismo tamaño que el
que perseguía el bote por el agua. Parece tan alto como la aguja de un campanario y da pasos de
unos 10 metros cada uno, pero el pánico de Gulliver aumenta cuando ve que unos 7 monstruos de
aquellos empiezan a asegar el campo. Gulliver sale corriendo y trata de ocultarse, pero se termina
sentando bajo un tallo agotado y perdido. Ha llegado al país de Brock Dignac.
Medité en lo penoso que sería para mí. Aparecer tan insignificante en aquella nación,
como un diliputience entre nosotros. Y esta, consideré, sería la menor de mis desgracias,
puesto que siendo los humanos, tal como se ha comprobado, más salvajes y crueles,
cuanto mayor es su tamaño, ¿qué podía esperar yo que no fuera el convertirme en un simple
bocado en las fauces del primero de aquellos enormes bárbaros que me atrapará? Sin lugar a
dudas, tienen razón los filósofos cuando nos dicen que nada es grande ni pequeño, si no lo es por
comparación. Uno de los cegadores se acerca tanto que Gulliver teme morir aplastado o cortado en dos
por su oz, así que grida con todas sus fuerzas. La gigantesca criatura acorta el paso y mirando
a su alrededor y por debajo del logra ver a Gulliver. Duda unos instantes, con la precaución del
que se esmera por atrapar un animal pequeño y peligroso, de forma que no le vaya a morder o
arañar. Por fin, se decide acogerle y levantarle por la cintura entre el índice y el pulgar,
y llevarle a menos de dos metros de sus ojos para poder contemplar mejor su aspecto. El gigante
le ha prietado lorosamente los costados. Gulliver junta las manos en ademán suplicante y dice algunas
palabras en un humilde tono de ruego. Más mi buena estrella hizo que le gustara al parecer oír mi voz
y ver mis gestos, y empezó a contemplarme como algo curioso, intrigándole mucho el que yo articular
a palabras, aunque no las entendiera. Al mismo tiempo, no podía yo dejar de emitir gemidos,
derramar lágrimas y volver la cabeza hacia los lados, haciéndole ver, lo mejor que podía,
el fuerte dolor que me producía la presión de sus dedos. Pareció entender lo que le pretendía
decir, puesto que, alzando la doblez de su casaca, me colocó suavemente en ella para dirigirse
rápidamente hacia su amo, que era un acaudalado agricultor y la misma persona que había visto
al principio en el campo. El agricultor llama a sus operarios para preguntarles si han visto
alguna vez en los campos alguna pequeña criatura igual. Coloca a Gulliver con cuidado en el suelo.
Gulliver camina despacio de un lado para otro a fin de darles a entender que no tiene intención de
escapar. Se sientan todos en círculo a su alrededor. Gulliver se quita el sombrero y hace una profunda
reverencia al agricultor. Se hinca de rodillas, alzando la vista y las manos para decir algunas
palabras lo más alto que puede. El agricultor parece convencerse de que Gulliver debe ser una
criatura racional. Le habla a menudo, pero su voz perfora los oídos de Gulliver como el estruendo
de un molino de agua. Pero no se entienden. Sacándose el pañuelo del bolsillo, lo desdobló y
extendió sobre la mano izquierda, que colocó plan en el suelo y con la palma hacia arriba. Me hizo
señas de que me pusiera sobre ella lo que logré hacer con facilidad, puesto que no sobrepasaba
un pie de espesor. Pensé que me correspondía a obedecer y, temiendo caer, me eché a lo largo
del pañuelo, con el resto del cual él me envolvió hasta la cabeza para mayor seguridad y, de este
modo, me llevó a su casa. Llamó allí a su mujer y me mostró a ella, pero estadía un halarido y
salió corriendo como hacen las mujeres en Inglaterra cuando ven un sapo o una araña. Sin embargo,
tras contemplar un rato el comportamiento de Gulliver, pierde pronto el miedo y llega a sentir paso a
paso una gran ternura hacia él. A las 12 llega la comida, un sustancioso trozo de carne grisada
servida en un plato de siete metros de diámetro. Gulliver está sobre la mesa. La mujer corta en
picadillo un poco de carne, desmigá japan y le coloca la comida adelante. Gulliver hace una
profunda reverencia, saca su cuchillo y tenedor y se dedica a comer, lo que les produce a todos un
tremendo regocijo. Después de comer, mi amor regresó al campo junto a sus jornaleros y por lo que
pude deducir de sus gestos y voz, encareció a su mujer que tuviera el mayor cuidado conmigo.
Estaban muy cansado y con ganas de dormir. Al notarlo, mi ama me colocó en su cama y me cubrió
con un pañuelo limpio y blanco, pero más grande y burdo que la vela mayor de un barco de guerra.
Dormí unas dos horas y soñé que estaba en casa con mi mujer, e hijos.
El ama tiene una hija de 9 años, una niña muy diestra con la aguja y hábil en vestir a su muñeca.
Madre e hija acuerda en preparar a Gulliver la cuna de la muñeca para dormir. La niña le hace
además siete camisas y otras prendas interiores del lienzo más fino que puede encontrar que
aún así resulta para Gulliver más tosco que la tela de saco. Gulliver empieza a aprender el idioma.
La niña llama a Gulliver Grilldrick. Gulliver la llama a ella su glum daltkrich, es decir, amita. En
seguida comienza a verse de la existencia de Gulliver entre los vecinos y todo el mundo va a
verle. A Gulliver le ponen sobre la mesa y Gulliver hace lo que se le ordena. El amo decide luego
meter a Gulliver en una caja y llevarle al día siguiente al mercado y luego decide viajar un
poco más lejos. La caja está cerrada por todos los lados pero tiene una puertecita de entrada y unos
agujeros de ventilación que facilitan la renovación del aire. Para evitar las aglomeraciones el amo
solo muestra a Gulliver ante unas 30 personas cada vez. Gulliver hace todo tipo de cosas y de gracias.
Repite sus habilidades durante ocho horas seguidas todos los días. Acaba casi muerto de cansancio y
de humillación. Cuando miembo descubrió lo rentable que le resultaba determinó llevarme a las
ciudades más importantes del reino. Así se proveyó de todo lo necesario para un largo viaje.
Aregló todos los asuntos domésticos. Se despidió de su esposa y el 17 de agosto de 1703 aproximadamente
dos meses después de mi llegada a aquel país partimos hacia la capital que está situada casi
en el centro de aquel imperio a unas 3.000 millas de distancia de nuestra vivienda.
Las duras condiciones a las que es a diario sometido Gulliver provocan en pocas semanas un
cambio más que considerable en su salud. Cuanto más consigue su amo más insaciable se vuelve.
Cuando el granjero se da cuenta de que Gulliver pronto morirá decide sacar de él el máximo partido
posible pero en ese momento llega un mensajero de la corte con la orden de que sin dilación el
amo lleve allá a Gulliver para entretener a la reina y sus damas. Su majestad y el séquito
quedan agradabilísimamente sorprendidos del porte de Gulliver. Me arrodillé y solicité el honor de
besar su imperial pie. Sin embargo la graciosa princesa me extendió su meñique y yo tras
ser colocado sobre una mesa lo abracé con ambos brazos y con el máximo respeto vese la punta de
su dedo. Me preguntó si me gustaría vivir en la corte. Yo le hice una profunda reverencia hasta
la superficie de la mesa y le contesté humildemente que era esclavo de mi amo pero que si pudiera
disponer libremente de mi persona estaría orgulloso de dedicar mi vida al servicio de su majestad.
Su amo pide mil monedas de oro por Gulliver que les son abonadas en el acto. Enseguida Gulliver le
pide el favor a su majestad de que glumdal klitsch que siempre le ha tratado con tanto cuidado a
amabilidad y comprensión pueda ser admitida a su servicio como niñera e instructor. Su majestad
accede. La reina lleva hasta el rey a Gulliver. El rey es un príncipe muy grave y desemplante
austero. Primero le toma por un aparato de relojería pero cuando le doy hablar y encuentra que lo que
dice es cabal irrazonable no puede ocultar su asombro. Llama a tres grandes sabios que,
de acuerdo con la costumbre de aquel país, hacen su turno semanal con el rey.
Solicité permiso para decir unas palabras. Me dirigía al rey y aseguré a su majestad que venía de un
país que contaba con varios millones de seres de ambos sexos similares a mí y de mi propio tamaño
mientras que los animales, árboles y casas estaban todos en proporción. En consecuencia yo era tan
capaz de defenderme y encontrar sustento allí como cualquiera de los súbditos de su majestad aquí.
El rey encarga a la reina que se tenga cuidado especial con Gulliver y se muestra partidario
de que Glumdal Tligs continúe en su tarea. La reina ordena a su propio ebanista que
fabrique una caja que pueda servir de dormitorio a Gulliver. Termina en tres semanas una posento de
madera de unos cinco metros cuadrados de superficie y algo más de tres de altura con ventanas de
guillotina. El tablero que hace de techo puede levantarse y cerrarse por medio de dos bisagras.
Un famoso artesano en miniaturas fabrica dos sillas con respaldos y brazos de un material parecido al
marfil y dos mesas con una cómoda para colocar sus enseres. La habitación está toda ella
acolchada así como el suelo y el techo para evitar cualquier accidente por descuido de los que
la transportan y para amortiguar la violencia de los baidiones cuando va en coche. La reina se
aficionó tanto a mi compañía que no podía comer sin mí. Tenía mi mesa sobre aquella en que su
majestad comía a su izquierda y una silla para sentarme. Gloom Dalclitch se ponía de pie sobre
un taburete en el suelo cerca de mi mesa para servirme y cuidarme. Tenía una bajilla completa de
platos y fuentes de plata y otros útiles que en proporción con los de la reina no eran mucho
más grandes que los que he visto en las tiendas de juguetes de Londres para las casas de muñecas.
Nada enfurece y molesta tanto a Gulliver como el enano de la reina. Es de una estatura tan
diminuta que jamás se ha visto otra igual en aquel país. Pero se vuelve tan insolente al ver a una
criatura tan por debajo de su estatura que adopta ires de superioridad y arrogancia cuando pasa al
lado de Gulliver y raramente deja de soltar alguna palabra hiriente sobre su pequeñez. Un día,
a la hora de cenar, el enano está tan picado que agarra a Gulliver por la cintura y le deja caer
en una gran ensaladera llena de crema. Gulliver cae de cabeza y de no ser un buen nadador lo habría
pasado mal, pues además, Glumdal Klitz se encuentra en el otro extremo de la sala. La niñera al fin
le saca cuando ya ha tragado más de dos litros de crema. El enano es severamente azotado y además
forzado a beberse el recipiente de crema entero. Nunca recobra el favor de la reina ya que poco
después se lo regala a una dama de alto rango y Gulliver no vuelve a verle más. Las damas
de honor invitaban con frecuencia a Glumdal Klitz a sus habitaciones y le pedían que la acompañase
para tener la satisfacción de verme y tocarme. Con frecuencia me desnudaban de pieza a cabeza y
me colocaban completamente estirado entre sus pechos. La cosa me disgustaba mucho, pues a decir
verdad, su piel exhalaba un olor muy desagradable. El rey ordena menudo que lleven a Gulliver en su
caja a su despacho y que la coloquen sobre la mesa. Le hace sacar una de sus sillas y sentarse
casi al nivel de su cara. En esa posición mantienen diversas conversaciones. El rey ruega a Gulliver
que le describa con la mayor exactitud posible el gobierno de Inglaterra. Luego le pregunta sobre
la ordenación jurídica, el método de elección para la Cámara de los Comunes, sobre finanzas y
a cada explicación el rey le pregunta muchas cosas y luego Gulliver le hace un relato histórico tan
completo como puede. Estaba completamente asombrado del relato histórico que yo le había proporcionado
de nuestros asuntos en el curso del último siglo afirmando que no era sino una sarta de conspiraciones,
rebeliones, asesinatos, matanzas, revoluciones y destierros. Todo ello, efecto desastroso de
nuestra avaricia, partidismo, hipocresía, perfidia, crueldad, furor, locura, odio, envidia, lujuria,
malicia y ambición. El grueso de tu raza constituye en su conjunto la especie más maligna de odiosos
y pequeños bichos a los que la naturaleza haya jamás permitido deslizarse por la superficie de la
tierra. Con el deseo de ganarse la benevolencia de su majestad, Gulliver le habla de un invento
descubierto hace unos 300 o 400 años, una especie de polvo capaz de incendiar la montaña más alta
con la mínima chispa que caiga en un montoncito y de hacerla saltar por los aires con mayor estruendo
y agitación que un trueno. Le dice que una cantidad adecuada metida a presión en un tubo hueco
de latón o de hierro puede lanzar una bola de hierro o de plomo con tal fuerza y rapidez que
nada la puede frenar, que las bolas más grandes disparadas de este modo no sólo destruyen de un
solo golpe filas enteras de soldados sino que también derrumban las murallas más sólidas e incluso
un de embarcos y le cuenta todos los usos que de la pólvora hacen en la guerra. Gulliver conoce
la fórmula de la mezcla y ofrece humildemente ese pequeño tributo a su majestad como agradecimiento.
El rey quedó horrorizado de mi descripción de aquellos terribles artefactos y de mi proposición.
Le sorprendió que un bichito tan impotente y servil como yo para utilizar sus propias palabras
pudiera albergar ideas tan inhumanas y que lo hiciera con tanta naturalidad sin mostrar ningún
tipo de afectación ante escenas de sangre y desolación, consecuencia normal de aquellas máquinas
destructivas cuyo primer autor debía de ser en su opinión algún genio maldito,
un enemigo de la especie humana. El rey abomina y desprecia todo misterio, refinamiento e intriga,
no entiende lo que Gulliver quiere decir cuando habla de secretos de estado. Él reduce el arte
de gobernar a límites tan estrechos como el sentido común, la razón, la justicia y la
indulgencia, la rápida resolución de las causas civiles y criminales. Dice que en su opinión,
cualquiera que haga crecer dos espigas de trigo o dos brindas de hierba donde antes había crecido
una sola ha prestado mejor servicio a la especie humana y a su país que toda la raza de políticos
juntos. La educación de estas gente tiene muchas deficiencias, se basa únicamente en la moralidad,
la historia, la poesía y las matemáticas en las que debe reconocerse que destacan, pero la última
de estas materias se aplica totalmente a lo que puede ser útil para la vida, a la mejora de
la agricultura y a todas las artes mecánicas, cosas de escaso interés para nosotros. Por lo que
respecto a ideas, entidades, abstracciones y pensamientos trascendentales, nunca conseguí meterles
en la cabeza el menor concepto. Gulliver alberga la profunda convicción de que alguna vez recobrará
la libertad. El rey ha dado rigurosas órdenes para que, si se divisa otro barco como el de Gulliver,
lo saquen del agua y les sean llevada toda su tripulación y pasajeros. Lo que el rey quiere
es procurar a Gulliver una mujer de su propio tamaño con quien pueda propagar la especie,
pero Gulliver prefiere morir antes que sufrir la desventura de dejar una descendencia enjaulada
como los canarios y quizá vez es bendida a los nobles por todo el reino como una curiosidad.
Es cierto que se le trata con mucha amabilidad y que es el favorito de unos poderosos reyes y
el regocijo de la corte, pero todo ello en condiciones poco conformes con la dignidad humana.
Lleva vallados años en aquel país y en los inicios del tercero, Lundal Klitz y yo acompañábamos al
rey a la reina en un viaje a la costa sur del reino. A mí me llevaban, como de costumbre,
en mi caja de viaje, que como ya he descrito, era un cómodo hábitáculo de doce pies de
anchura. Yo había ordenado sujetar una maca con cuerdas de seda a los cuatro ángulos
superiores para mortiguar los baibenes cuando, a petición mía, un criado me llevaba en la
parte delantera de su silla y, con frecuencia, solía dormir en ella mientras viajábamos.
Al finalizar el viaje, el rey decide pasar unos días en un palacio ubicado a unas 18
millas inglesas del mar. Gulliver ansía ver el océano, único camino hacia la libertad. La niñera
no se encuentra bien, así que Gulliver pide permiso para ir a ver el mar acompañado de un paje.
Al llegar al acantilado, Gulliver ordena el paje que ponga la caja en el suelo.
Levantando una de las guillotinas de las ventanas, Gulliver contempla el mar con atención y melancolía.
Pronto me dormí. Y todo lo que puedo deducir es que, mientras tanto el paje, pensando que no podía
haber peligro, fue en busca de huevos de pájaros entre las rocas, pues antes sabía visto desde
la ventana como cogía un par de las hendiduras. Sea como sea, me despertó de pronto un violento
tirón de la anilla que tenía la caja en la parte superior para facilitar el transporte. Tuve la
sensación de que esta era izada por los aires a gran altura y que luego se desplazaba con
velocidad prodigiosa. Una guila ha cogido la anilla con el pico y se propone dejarla caer sobre
una roca como una tortuga dentro de su caparazón y sacar luego el cuerpo de Gulliver y devorarlo.
Y de pronto empieza a caer a una velocidad increíble, pero cae al mar. La caja flota,
sumergida no más de un metro. Se la lleva a la corriente, batida por las olas. Gulliver pide
socorro y atá un pañola o un bastón que ondea varias veces en el aire. Al cabo de más de una hora,
la caja choca contra algo duro. Gulliver oye claramente un ruido en el techo como el roce de
un cable al pasar por la anilla. Luego se siente gradualmente hizado. Un barco le ha rescatado.
Los marineros asombrados me hicieron mil preguntas que ya no tenía
ninguna ganas de responder. Estaba igualmente confundido a la vista de tantos firmeos.
Estales parecían a mis ojos acostumbrados por tanto tiempo a los gigantescos objetos que
había dejado. El capitán le lleva a su camarote. Piensa que Gulliver delira y más cuando Gulliver
le cuenta todo lo que ha pasado. 9 meses después de su liberación, Gulliver llega de nuevo a
Inglaterra. De camino, viendo la pequeñez de las cosas, los árboles, el ganado y las personas,
piensa en Liliput y tiene miedo de pisar a los caminantes. Les pide a gritos que se aparten y
unas cuantas veces está a punto de que le partan la cabeza por su impertinencia. Cuando llega a su casa,
se agacha para entrar como un ganso bajo una valla temeroso de golpearse la cabeza.
Me comporté de modo tan inexplicable que todos fueron de la opinión del capitán cuando me
vio por primera vez y llegaron a la conclusión de que había perdido el juicio. Me menciono esto
como ejemplo del poderoso influjo de la costumbre y el prejuicio. A pesar de que es difícil distinguirlos
de los asuntos políticos internos, Sweet alude con frecuencia a acontecimientos internacionales
de gran importancia para la historia británica moderna. Aparecen varias alusiones en Gulliver al
tratado de Utrecht, que fue debatido acaloradamente y acabó siendo considerada una hazaña diplomática
e impopular de los conservadores. El sentimiento antimilitarista en la obra se identifica con
la retórica conservadora sobre el tratado de Utrecht. Del mismo modo, la repulsión que expresa
la novela hacia los horrores de la civilización recae sobre todo en los españoles, a causa de
diferentes razones históricas concretas, pero también ofrece una posición filosófica general
que es comprensible y coherente, incluso si no se conocen las acciones de España en el nuevo mundo.
Cuando Gulliver lleva 10 días en casa, le visita el capitán de un barco que le propone embarcarse
como médico de abordo en un viaje a las Indias Orientales. Tanto insiste y tanto le halaga que
Gulliver dice que sí y zarpan el 5 de agosto de 1706. En la travesía son abordados por piratas,
y Gulliver es abandonado en una barca. Gracias a su catalejo descubre algunas islas al sudeste. Va
visitando con su barquichuela de una en una y todas son pura roca. Duerme en grutas y una mañana
al despertarse ve que algo tapa el sol y no es una nube. Está a unas dos millas de altura y se trata
de una sustancia sólida cuya base es llana y lisa de modo que en ella reverbera el mar. Gulliver se
sube a un promontorio y desde allí ve como esa enorme masa desciende hasta colocarse a su nivel.
Con el catalejo Gulliver distingue con claridad a gente que sube y baja por los lados.
Difícilmente imaginará el lector mi asombro al ver una isla en el aire habitada por personas al
parecer capaces de elevarla, bajarla y hacerla avanzar a su antojo. Pero como entonces me faltaba
serenidad para filosofar sobre este portento prefería observar la trayectoria que la isla
tomaría pues por un momento pareció quedar sin móvil. Pronto se aproximó y pude distinguir sus
flancos rodeados por galerías, paralelas y unidas a intervalos por escaleras para bajar de unas
a otras. Gulliver agita su gorro y su pañuelo hacia la isla cuando se acerca más llama y grita
con todas sus fuerzas. Después de hacer varias maniobras la isla baja y ayudan a subir a Gulliver
con poleas a la isla volante. Es el reino de la puta. Una muchedumbre contempla Gulliver con grandes
y variadas muestras de asombro. Gulliver nunca ha visto criaturas de formas vestidos y aspectos
tan singulares. Todos llevan la cabeza inclinada o a la derecha o a la izquierda. Uno de los ojos
vuelto hacia dentro y el otro fijado en el ceil. Su vestimenta externa está adornada con figuras
de soles, lunas y estrellas entrelazados con violines, flautas, arpas, trompetas,
guitarras clavicordios y muchos otros instrumentos musicales desconocidos en Europa.
Observé acá y allá muchos en Librea de la Callos que sostenían en la mano un mango corto
rematado por una vejiga hinchada sujeta como un gallardete. Más tarde me enteré de que cada
vejiga llevaba cierta cantidad de guisantes secos o pequeños guijarros. Con esas vejigas
golpeaban de vez en cuando la boca y orejas de sus amos práctica cuyo significado no pudo
entonces descifrar. Parece que la mente de esta gente está tan absorta en profunda especulación
que no pueden ni hablar ni atender a lo que digan los demás. Si una gente externo no mantiene
despiertos los órganos de la palabra y del oído. Conducen a Gulliver al Palacio Real y en la sala
de audiencias ve al rey sentado en su trono y rodeado de dignitarios. Su majestad no le presta
la menor atención porque está absorto en un problema. Tiene que esperar una hora a que se lo
solucione. No se pueden entender en ningún idioma y Gulliver es conducido a unos aposentos de
palacio donde ponen a dos criados a su disposición. Le van de comer. Lo primero a lo que se dedica a
Gulliver es aprender el idioma. En la puta reina la ciencia y las matemáticas. La isla se puede
desplazar en cualquier dirección pero solo dentro de los límites del reino, compuesto por la isla
flotante y una zona continental llamada Balnibarby. Gulliver visita Lagado, la capital del reino y
allí tiene el honor de ser invitado a la Gran Academia donde cerca de 500 investigadores o
planificadores trabajan en proyectos increíbles y raros que en el futuro supuestamente harán
mejor a la sociedad. Hay proyectos que tratan de extraer rayos de sol de los pepinos, convertir los
excrementos humanos en el alimento original, construir casas empezando por el tejado,
arar la tierra con cerdos, extraer seda de las arañas o construir una máquina que incluya
todas las posibles frases de un lenguaje. En la escuela de proyectistas políticos fui mal recibido.
En mi opinión los profesores estaban completamente desquiciados, escena que me sume infaliblemente
en la melancolía. Aquellos desgraciados presentaban planes para persuadir a los monarcas de que
escogiesen a sus favoritos por su prudencia, capacidad y virtud para enseñar a los ministros a
preocuparse del bien común, a que se recompensara el mérito, los grandes talentos y los servicios
eminentes, a que se enseñara a los príncipes a colocar al mismo nivel su propio interés y el de
su pueblo, a que se escogiera a personas capacitadas para ejercer los cargos, además de muchas otras
quimeras irrealizables que jamás copieron en mente humana. Todo esto me confirmó cuán verdadero es
el antiguo adagio de que no existe nada tan extravagante y racional que no se encuentren filósofos
dispuestos a defenderlo. Gulliver piensa en volver a Inglaterra, abandona lagado y llega a Maldonada.
Como no hay barcos que zarpen hasta dentro de un mes, decide visitar Gloop Doop Dream, que significa
isla de los hechiceros o de los magos. Allí Gulliver tiene la posibilidad de hablar con los muertos
y convoca a los mayores pensadores de la historia para charlar con ellos y para que ellos charlen
entre sí. Luego zarpa hacia Luñag, donde conoce a los Strutbrugs o inmortales y aprende cómo se
gestiona la vida eterna. Después zarpa hacia el Japón y desde allí, haciéndose pasar por holandés,
porque son los únicos autorizados a entrar en Japón, viaja desde Nagasaki hasta Amsterdam y desde
allí vuelve a Inglaterra. Ha estado ausente cinco años y seis meses. Los hijos y la mujer de Gulliver
gozan de buena salud. Si hubiera aprendido la lección de saber lo que es el bienestar, los casi
cinco meses que permanecí en casa con mi mujer e hijos habrían sido de total felicidad. Dejé a mi
pobre mujer esperando un hijo y acepté el ventajoso ofrecimiento de ser capitán de l'adventure,
un sólido barco mercante de 350 toneladas. Tras un motín, Gulliver es obligado a subirse a una
chalupa y le abandonan en medio del océano. Pero pronto llega a tierra firme. Cuando recupera un poco
las fuerzas, se interna por el país resuelto a entregarse a los primeros salvajes que encuentre.
La tierra aparece dividida por largas hileras de árboles que crecen espontáneamente. Hay abundancia
de pastos y algunos campos de avena. Divisa diversos animales en el campo y uno o dos de su misma
especie encaramados a los árboles. El aspecto de estos animales es muy peculiar y deforme. Son los
yajús. Tenían las cabezas y pechos cubiertos de una espesa pelambrera arrizada en unos casos, la hacía
en otros. Llevaban barbas de chivo y una abundante cabellera les caía por la espalda y por la parte
anterior de sus fatas y pies. El resto de su cuerpo estaba desmuzo y pude divisar su piel de color
marrón oscuro. Carecían de cola y sus nalgas estaban peladas excepto alrededor del ano. Supongo
que la naturaleza se lo había dado así como protección para sentarse en el suelo. Los yajús
rodean a Gulliver cuando le ven y sólo salen huyendo cuando viene hacia ellos un caballo que se
muestra un poco sorprendido pero pronto se recupera y mira directamente a los ojos a Gulliver con
muestras inequívocas de asombro. Un segundo caballo se aproxima y saludá el primero con exquisita
formalidad y luego se entrechoca con suavidad el remo anterior derecho intercambiando relinchos de
tonos diferentes que parecen casi articulados. El comportamiento y las maneras de estos animales
deja a Tónito a Gulliver que llega a la conclusión de que si la inteligencia de los habitantes de
aquel país es proporcional a la de sus caballos deben de ser necesariamente los más sensatos sobre
la faz de la tierra. Los caballos parecen hablar entre ellos intentando tomar una decisión mientras
miran de vez en cuando a Gulliver y al fin le llevan con ellos. El proceder de estos animales es tan
ordenado y racional tan sagaz y sesudo que Gulliver piensa que deben de ser unos magos que se han
transformado en realidad son huyens. Al cabo de unas tres millas llegamos a una especie de edificio
alargado construido a base de vigas empotradas en tierra y entrelazadas entre sí. El techo era bajo
y de paja. El caballo me indicó que entrase el primero. La sociedad de los huyens es casi perfecta
para Gulliver. Son seres bondadosos, inteligentes, que viven sus vidas intentando no hacer daño a
nadie y que no entienden el concepto de mentira para lo que tiene en la expresión la cosa que no era
y para horror de Gulliver descubre que los yajús no son sino hombres que han evolucionado hacia el
salvajismo y con lo peor de sus instintos. Gulliver se dedica a aprender el idioma de los huyens y a
dialogar con ellos porque el caballo que le ha cogido su amo está impaciente por saber más cosas
del mundo de Gulliver que va contándole poco a poco todo lo que puede sobre su sociedad. Algunas
de las cosas que le cuenta a Gulliver les sorprenden tanto que el propio Gulliver al contárselas
empieza a verlas desde otra perspectiva y empieza a sorprenderse el mismo de las cosas que está
contando. Terminos como poder, gobierno, guerra, ley, castigo, dinero y muchos otros no tienen
equivalencia en el idioma de los huyens. Tampoco entienden conceptos como hacerlo por dinero ni el
de pobreza. Tal vez el lector se preguntara por qué me había permitido retratar con tanta crudeza
a mi propia especie ante una raza de mortales tan propensos a menospreciar a los hombres por la
entera semejanza entre los yajús y yo, pero debo confesar con toda franqueza que la contemplación
de las numerosas virtudes de estos excelsos cuadrúpedos contrastadas con las corrupciones humanas
me había abierto tanto los ojos y desarrollado de tal modo el entendimiento que empezaba a considerar
las acciones y pasiones del hombre bajo una luz totalmente diferente y a creer que el honor de
mi raza no merecía defenderse. Al final y después de vivir tres años con los huyim, Gulliver cuando
piensa en su familia o amigos o sus compatriotas o el género humano en general los considera realmente
como yajús por su aspecto y disposiciones, solo que un poco más educados. Gulliver está feliz allí,
pero cuando se considera establecido de modo definitivo de por vida, la Asamblea General de
los Huyim decide que Gulliver tiene que marcharse. En dos meses debe construir una nave y echarse
al amar. Gulliver desea encontrar una isla desierta para vivir en ella, pero el destino le lleva a
volver a Inglaterra. Tan pronto como entré en mi hogar, mi mujer me abrazó y besó. Al no estar
acostumbrado al contacto de animal dan repugnante durante tantos años, caí desvanecido durante
casi una hora. En el momento en que esto escribo, llevo cinco años en Inglaterra. Durante el primer
año no podía soportar la presencia de mi mujer e hijos. Su simple honor me resultaba intolerable
y todavía más el comer en la misma habitación. Incluso hoy en día no se atreven a tocar mi pan
ni a beber de mí mismo vaso. Ni siquiera soy capaz de permitir que uno de ellos me tome de la mano.
Gulliver compra dos caballos a los que cuida y con los que pasa horas. Cuida su jardín y se esfuerza
por poner en práctica aquellas excelsas lecciones de virtud que aprendió de los Huyims. Trata de
instruir a los yajús de su propia familia. Contempla frecuentemente su imagen en el espejo
para acostumbrarse a tolerar la presencia de la criatura humana.
La semana pasada empecé a tolerar que mi mujer comiera conmigo sentada al extremo puesto de
una larga mesa y que me contestase con extrema parquedad a unas pocas preguntas. Con todo,
como el olor de yajú me sigue pareciendo muy desagradable, siempre llevo la nariz taponada
con ruda, espliego u hojas de tabaco. Su reconciliación con el género yajú sería
más fácil si ellos se contentasen con tener los vicios y practicar las locuras a que su
naturaleza les da derecho. Poco a poco se relaciona con abogados, rateros, coroneles,
bufones, señores, fulleros, políticos, chulos, médicos, procuradores o traidores. Pero hay algo
que no puede soportar de ninguna de las formas y es el orgullo. Los sabios y virtuosos huyims que
poseen en el más alto grado todas las posibles virtudes que pueden adornar a una criatura racional
no tienen en su idioma palabra para denotar este vicio. Los huyim que viven bajo el dictamen de la
razón no están más orgullosos de sus virtudes de lo que cualquiera estaría de tener dos brazos
o dos piernas, cosa de la que nadie en sus cabales alardearía aunque sin ellos se sintiera muy desgraciado.
Si me he extendido en lo tocante a este punto ha sido por el deseo que tengo de hacer un poco más
soportable mi relación con un yajú inglés. Por consiguiente ruego a todos aquellos con cualquier
vestigio de este absurdo vicio que no tengan la audacia de aparecer ante mi presencia.
Y así les hemos contado los viajes de Gulliver de Jonathan Swift. Hemos seguido la edición de
Penguin clásicos con traducción de Pedro Guardia Masó e introducción de Robert de Maria Jr. de la
que hemos citado varios fragmentos. Gracias por estar ahí y gracias por leer un libro una hora en la
cadena ser. Un programa escrito y dirigido por Antonio Martínez Asensio con la voz de Eugenio
Varona y la participación de Olga Hernán Gómez. Ambientación musical de Mariano Revilla,
edición y montaje de sonido de Pablo Arevalo y en las redes Virginia Díaz Pacheco.
Suscríbete a un libro una hora. Todos los episodios y contenidos adicionales en la
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Cadena ser. La radio.
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El genio satírico de Jonathan Swift (1667-1745) no se hace patente solo en 'Los viajes de Gulliver', publicada en 1726, sino también en otros muchos de sus escritos polémicos, como la célebre 'Modesta proposición para acabar con los niños pobres irlandeses por el simple método de comérselos'. Estructurada como un libro de viajes, Gulliver nos lleva hasta lugares que ya forman parte de nuestra cultura, pero también trata sobre cómo encontrarse a uno mismo.