Todo Concostrina: Acontece que no es poco | Hoffmann y el bendito invento del caucho artificial

Cadena SER Cadena SER 9/12/23 - Episode Page - 15m - PDF Transcript

ser podcast. Soy Nieves con Costrina y estás escuchando,

acontece que no es poco. Un podcast donde no te contamos nada nuevo, pero te lo

contamos de otra manera. Aquí te va otro episodio.

Hola Nieves, buenas tardes. Buenas tardes Carlos. ¿Qué tal? ¿Cómo estás?

Fíjate, hoy que hemos abierto la ventana a eso de las cuatro con lo de la oveja

Dolly, 27 años después por la muerte del principal artífice de ese

descubrimiento, eso ha sido a las cuatro, pero ahora quiero suprargar que en ésta

acontece que no es poco. Creo que tenemos el enésimo ejemplo, la enésima

demostración de que la ciencia y los descubrimientos son grandes palancas para

el progreso de la humanidad, sin duda, sin duda. Pero cuando se cruzan en el

camino los intereses, bueno cuando se cruzan no, cuando se ponen por delante

los intereses económicos, ahí estamos jodidos. Pero del todo, del todo, hay que decirlo así.

Hoy tenemos un ejemplo, el del caucho. El caucho fue un descubrimiento fantástico

por todas sus aplicaciones, pero que generó indirectamente tal cantidad de

muertos que al hombre que descubrió hace poco más de un siglo el caucho

artificial ha sido, creo que hay que poner un monumento directamente. Yo habría que ponerle

hasta dos, hasta dos monumentos. Y ya lo lamento traer otra historia que tampoco

que sea muy alegre. Sí, no tiene pinta esta semana de que vaya a ser la de las

buenas noticias en acontecidos. La historia de hoy fue muy buena noticia en

su momento, para un monumento como tú dices, hace 114 años, pero es que también

se trata de hablar de la masacre previa a esa buena noticia. El 12 de septiembre de

1909 el alemán Fritz Hofmann patentó lo que él llamó procedimiento para la

fabricación de caucho artificial y bendito invento. Hace unos meses hablábamos

del exterminio de 10 millones de congoleños y otros tantos miles y miles

torturados y mutilados por no cumplir con las cuotas de extracción o de

recolección de caucho y otros materiales que engordaron la buchaca del rey de los

belgas de Leopoldo II. Pero es que el congo no fue el único lugar ensangrentado

por la extracción del caucho natural. En Brasil y en Perú, en la zona

amazónica, en toda la selva que rodea las ciudades de Iquitos y Manaos, se

desató una fiebre por el caucho, por el oro blanco que llamaban en Europa, por

la leche maldita para enriquecimiento de un puñado de familias que fue

absolutamente alucinante. Julio César Ararana fue el principal magnate y

mangante del caucho. Un empresario y político peruano que hizo su

fortuna, tonelada a tonelada de caucho natural, pero detrás de cada tonelada

extraída se contaban 10 nativos muertos. Se calcula que los capataces, los

negreros de látigo a las órdenes de Arana, asesinaron a 40.000 indígenas.

El descubrimiento del caucho sintético por parte del químico Hoffman vino a

salvar la producción en plenas ansias de una industria que reclamaba caucho para

todo, pero sobre todo y esta es la buena noticia, vino a salvar la vida de miles de

nativos de la amazonia.

Oye nieve, si te parece vamos a los orígenes al comienzo. ¿De dónde se extrae el

caucho? ¿Desde cuándo se conoce y cuándo empezó la demanda de esta loca?

Se conoce desde hace mucho. El caucho natural, el látex, no es otra cosa que

la sabia de determinados árboles que crecían solo en la amazonia, solo. Los

nativos lo llamaban el árbol de las lágrimas blancas porque destila una

leche muy blanca cuando lo hieres, cuando haces una incisión en la corteza.

Se hacía un corte, aún se hace, se hace un corte, se pone un recipiente debajo y

se recoge la sabia, que luego esa sabia se solidificaba y se convertía en un

material elástico, un material flexible. Claro, cuando llegan los españoles

allí a América se fijan en que los nativos de aquella zona jugaban a una

cosa que los europeos creen que han inventado el fútbol, pues no. Bueno, pues

los nativos de aquella y jugaban a una cosa que consistían lanzar una pelotita

para meterla por el hueco entre dos piedras. La pelotita daba unos saltos

absolutamente endemoníados cada vez que rebotaba, en la piedra, sino la metías

por el agujero, pues rebotaba. Solo eran bolas de caucho que votaban muchísimo,

pero a los españoles les pareció que eran artilugios poseídos por espíritus

maligmas. Esto como se puede mover tanto. Hasta que se lo explicaron los nativos,

claro, los nativos americanos llevaban usando el caucho para sellar vasijas,

para hacerse pelotas, para jugar o como pegamento para el calzado, mucho antes

de que aparecieran por allí los civilizados europeos, que al principio la

verdad es que no mostraron mucho interés por esa cosa prengosa, pero cuatro

siglos después la cosa cambió. A mediados del siglo XIX llegó el señor

Carlitos Gujir que descubrió cómo sacar partido al látex natural haciéndolo

indeformable y muy resistente. Y ahí la pifió. Claro, y se entiende que una de las

más famosas marcas en neumáticos acabara llevando el nombre de Gujir no

es una casualidad, mucho menos. Se sepa que antes de ser una rueda fue un señor.

¿Y por qué dices que la pifió? Pues porque va a haber, este hombre murió

arruinado y cabreado defendiendo su patente, el nombre es lo único que se

llevó por delante, porque si al descubrimiento de Gujir que encima fue de

Chiripa, fue una de las herendipias más famosas, añades que otro

señor llamado Dunlop inventó el neumático y otro llamado Ford se puso a

fabricar coches en cadena. Ahí tenemos la tormenta perfecta, por eso digo que la

pifió. Maldito sea el tal Gujir, pensaron los nativos. De entrada el árbol del caucho

era un tesoro al principio. Estaba prohibido sacar semillas de avella, era

tal valor lo que tenía aquello que estaba prohibidísimo sacar semillas de

América para que la Amazonas tuviera la exclusiva de la producción. Los

británicos, como no que raro, pues consiguieron robar semillas y plantaron

árboles por Zeilán, por el sudeste asiático y por el áfrica subsahariana.

Con esos árboles pasó, bueno, mucha gente le puede que se lo recuerde como con

las plantaciones de palma para sacar el aceite, el maldito aceite de palma por

el que se han deforestado zonas medio ambientalmente muy ricas para crear

extensísimas plantaciones, que ahora muchos productos especifican en las

etiquetas. Nosotros no usamos aceite de palma así claro ahora, pero habéis

estado usándolo y cuando se ha acabado ya con ecosistemas que han puesto en

peligro casi a 200 especies. Bueno, pues eso ocurrió con el árbol del

caucho, que se crearon extensísimas plantaciones y en este caso las especies

en peligro de extinción fueron humanas, los nativos de la Amazonia y los

congoleños por la fiebre del caucho del hombre blanco, que reclamaba cantidades

ingentes, tremendas para la industria sin reparar en los millones de muertos que

la recolección iba dejando detrás.

Dario, me estoy acordando de lo que contaste hace un tiempo de las consecuencias

que tuvo en el Congo, la recolección del caucho, imagino que las condiciones de

trabajo de los otros, de los nativos de la Amazonia, tampoco sería mucho

mejor. Madre mía, pues si aquello, lo del Congo fue tremendo, yo no sé ni cómo se

puede calificar esto, mejor voy a leer unas líneas de un artículo que se

escribió entonces, un artículo titulado El paraíso del diablo que escribió un

ingeniero estadounidense, se llamaba Walter Hardenburg, que fue testigo de lo que

hacían los capataces de las plantaciones de caucho del tal Julio C. Sararana y

de verdad que la descripción no es para oídos sensibles, escribió este hombre

los agentes de la compañía fuerzan a los pacíficos indígenas del putumayo a

trabajar día y noche sin la más mínima remuneración exceptuando los

alimentos necesarios para mantenerlos con vida, les roban sus cultivos, sus

mujeres y sus hijos, los azotan inhumanamente hasta dejarles los huesos

al aire, dejan que se mueran comidos por los gusanos cuando no sirven como comida

para perros, toman a sus hijos por los pies y estampan sus cabezas contra árboles

y paredes hasta que sus cerebros salen volando.

Fin de la primera cita, tú fíjate que sin conocerse los hombres a sueldo del

rey de los belgas leopoldo II y los del empresario peruano, unos en el congo y

otros en la amazonia utilizaban los mismos métodos, a torturar, mutilar y

matar a los hijos de los recolectores de caucho si estos recolectores se negaban

a trabajar o si no cumplían con las cuotas que se les exigía si no

recolectaba lo necesario y escribía también este estadounidense en su

artículo, hombres mujeres y niños son usados como dianas de tiro por diversión

y a veces les queman con parafina para que los empleados disfruten con su

desesperada agonía.

Hay que ser animal, ¿eh?

De verdad que yo no sé de qué está hecho el ser humano, no lo sé, los fabuladores

por ahí dicen que Dios los hizo a imagen y semejanza a suya, pues así por lo

llevan claro. De todo esto tuvieron noticias en el Parlamento de Londres y fue

el Ministerio de Exteriores, el Foreign Office, el que abrió una

investigación.

¿Por qué llega el caso del Reino Unido? ¿Qué tenían que ver estos en el asunto?

Pues porque es que la empresa del canalla este de Larana, la Peruvian Amazon

Robert Company, estaba constituida en Londres, estaba constituida allí, por eso

abren allí la investigación.

Robert, escrito Rubber, es como llaman los britis al caucho, es que Robert

significa goma, que es la goma de borrón, la goma de esta, que borra lo del lapiz,

por algo lo inventaron allí.

Bueno, pues que un británico lo descubrió, se comprobó que todo era

cierto, todas esas denuncias, que en la Amazonia se estaba llevando a cabo un

exterminio de nativos y el que lo comprobó le sonará mucha gente que haya

leído el libro de Vargallosa el sueño del celo.

Sí, señora, yo lo leído, sí, señor.

Ahora pues te sonará todo esto, era Roger Keisman, el embajador británico en

Brasil, que es el mismo tipo que hizo el detallado y crudo informe sobre la

matanza de congoleños, es el mismo, fue el que consiguió que finalmente la

comunidad internacional se revolviera contra el rey leopoldo II y le obligara

a renunciar al congo como propiedad privada.

Y fija, ayer, recuerdo, hablábamos del cachondeo, que es la justicia en general,

porque por cada desfavorecido que consigue reparación, nueve poderosos se van

de rositas casi siempre, el tribunal supremo británico en mil 9 citas, todas

estas denuncias de las que estamos hablando, en mil 913 se han cumplido 100

años, cerró la empresa de Arana, la Peruvian compañista, pero eso no le hizo

ni cosquillas, no lo juzgó por sus crímenes, no lo condenó y gracias a su

inmensa fortuna llegó a ser senador en Perú, ahí lo tienes, o sea es

alucinante, con 40.000 nativos muertos a sus espaldas porque el caucho se volvió

imprescindible para el progreso industrial del hombre blanco.

Oye, y una pregunta, ¿había más empresarios dedicados a la extracción

de caucho en la Amazonia o Arana tenía la exclusiva?

No, hubo más, hubo más, pero este era famoso y el otro asquerosamente famoso

también fue Carlos Fermin Fitzcarral, que quizás también alguien es en la peli...

Fitzcarral, ¿no? Sí, está protagonizada por Klaus Kinsky, no? Ahí se cuenta parte

de esta masacre indígena y cómo se les fue la cabeza a las familias que se

enriquecieron con el caucho, o sea, es que no sabían ni cómo gastar el dinero, era

decir, ¿qué hacemos con esto? A Manaus la llamaban el parís de los

trópicos, Iquitos, que era la otra ciudad que concentraba el comercio

cauchero, lo de Iquitos era un despiporre de lujos casi indescriptible, teatros y

mansiones y allí los teatros hacían y las casas se hacían con mármol de

carrera, aparte de todo lo que costaba llevar esto hasta allí, Cristal de Murano,

hay un teatro en Iquitos que es alucinante de terciopelo, con lámparas

impresionantes, allí se gastaban los vinos más caros, lo más selecto y costoso

del primer mundo lo disfrutaban unos pocos en plena selva de la Amazonas que

el hombre blanco dejó en sangrentada, y allí además fue la primera ciudad de

América, la que llegó la luz eléctrica de América del Sur, quiero decir, el químico

Fritz Hofmann salvó la insaciable demanda de la industria con el

descubrimiento del caucho sintético, menos más, pero es que mira por ahí, o sea

hay pelotas de golf, de tenis, la suela de todas las deportivas, los pañales, los

preservativos, los guantes, los chubasqueros, las carcasas de los

móviles, es que mires dónde mires, hay caucho sintético, bueno y caucho

también natural, cada año se consumen 14 millones de toneladas de caucho

sintético y 12 millones del natural, el mundo ahora mismo separaría sin el

caucho, ¿no? y puede que Hofmann nunca llegara a ser consciente de las miles y

miles de vidas que salvó.

Vaya historión Nieves, terrible pero historión, ¿eh?

Hay que conocerlo. Sí, hay que contarlo, tienes toda la razón.

Lo que hemos hecho, lo que hemos ido capaces.

Tienes toda la razón.

Son las 7 y 20, mañana más, ¿eh?

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El 12 de septiembre de 1909, el alemán Fritz Hoffman patentó el procedimiento para la fabricación de caucho artificial. Nos lo cuenta Nieves Concostrina.

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